JUSTICIA
«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados» (Mateo 5:6).
Una de las injusticias más grandes que ha vivido la humanidad en los últimos tiempos, ha sido el holocausto judío durante la Segunda Guerra Mundial. Primo Levi, escritor italiano, sobreviviente del campo de exterminio de Monowitz (Auschwitz), en su famosa obra Se questo è un uomo («Si esto es un hombre» describe, a través de testimonios personales, los principios que regían dichos campos. Primeramente, las personas eran juzgadas (no podemos decir valoradas) por su utilidad para el trabajo (para el régimen alemán) y, con base en ello, se les mantenía (o negaba) la vida. Por otro lado, la estructura social se regía por la opresión de los más fuertes sobre los más débiles. Debido a la discriminación, la hostilidad y la escasez, la vida en el campo era cruel y la mayoría de las personas podía clasificarse —-según el autor, como enemigas o rivales. ¿Te suenan familiares dichos principios? Tal vez en menor escala que durante el holocausto, o de maneras más sutiles y encubiertas, tales principios siguen vigentes aún en nuestros días.
Libros como el mencionado han ayudado a expresar un clamor de justicia y denuncia de las atrocidades vividas. Del mismo modo, a través de todos los tiempos las personas han presentado su clamor de justicia frente al Rey del universo. A todos los que se allegan a él, les dice: «El que hizo el oído, ¿no oirá? El que formó el ojo, ¿no verá?» (Salmos 94:9); «¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche?» (Lucas 18:7).
Preciosas promesas ha dejado escritas: «Habrá un justo que gobierne entre los hombres, que gobierne en el temor de Dios» (2 Samuel 23: 3); «Y será aquel varón como escondedero contra el viento y como refugio contra la tormenta; como arroyos de aguas en tierra de sequedad, como sombra de gran peñasco en tierra calurosa» (Isaías 32: 2); «No juzgará según la vista de sus ojos ni resolverá por lo que oigan sus oídos, sino que juzgará con justicia a los pobres y resolverá con equidad a favor de los mansos de la tierra. Herirá la tierra con la vara de su boca y con el espíritu de sus labios matará al impío» (11:3-4); «El ruin nunca más será llamado generoso ni el tramposo será llamado respetable» (32:5); «No se cansará ni desmayará, hasta que establezca en la tierra la justicia» (42:4).
A todos los que tienen «hambre y sed de justicia» les llama «bienaventurados»; ¡Les llama felices! ¿Entiendes? Porque con toda seguridad quedarán satisfechos de la justicia divina.