En fidelidad
“Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes -afirma el Señor-, planes de bienestar la fin de darles un futuro y una esperanza” (Jer. 29: 11).
Estoy segura de que conoces la historia de los israelitas, relatada en el Antiguo Testamento. Fueron un pueblo infiel que sirvió a Dios y luego, sirvió a otros dioses. Salieron al desierto con Moisés y, al final tuvieron que pasar allí 38 años más porque tomaron una mala decisión tras otra. Cometían los mismos errores vez tras vez. Cuando finalmente entraron en Canaán, continuaron desobedeciendo los mandatos de Dios y eligieron mantener a sus enemigos como amigos. Por cientos de años siguieron sus propios caminos; eran esclavizados y clamaban a Dios, quien los salvaba; luego, volvían a cometer los mismos pecados que los habían puesto en aprietos antes. En determinado momento, Dios puso un fin a eso, e hizo que una nación los conquistara y los sacara de la Tierra Prometida. Fueron llevados cautivos a Babilonia, y tanto Jerusalén como el Templo fueron destruidos. En medio de esa situación de perder todo lo que amaban, Dios les dice que eso no era todo: les promete setenta años de esclavitud; y, de paso, que esto sucede porque “tengo buenos planes para ustedes y su futuro”.
Me es fácil ver a Dios cuando estoy rodeada de sus santos, esas estrellas brillantes que parecen resplandecer con su presencia. Lamentablemente, esos preciosos santos no están todos los días. No son con quienes trabajo o con quienes hago las compras. Y me siento sola en este mundo. A menudo, me siento sola en la oscuridad. Tropiezo, al querer complacer a Dios mientras trato, a la vez, de encajar con quienes me rodean. Algunos días me siento tan cansada de ser diferente, o de ser la chica con quien nadie se quiere sentar a comer porque saben que no tomaré alcohol o no usaré un vocabulario ofensivo. Para ellos, eso me hace una puritana, una aburrida. Así que, mi corazón es como el de un israelita: anhela que la gracia y la belleza de Dios lo llene. Los momentos en que disfruto de su gloria no tienen comparación; pero entonces anochece, y los bichitos de luz me distraen, hasta que estoy perdida en la oscuridad. Me lamento por mi infidelidad y me pregunto por qué no puedo permanecer fiel al Dios que me ama eternamente. Entonces, en la oscuridad llegan las tormentas, que me vuelven a llevar a la luz. En mi tormenta más oscura, cuando mi corazón está tan maltratado y magullado que apenas puedo respirar, él me dice:
“Resiste. La tormenta todavía empeorará. Tienes una larga batalla por delante. Pero, resiste. Te he elegido a pesar de tu infidelidad. Todavía sé lo que puedes llegar a ser. Veo tu futuro”.
SELENA BLACKBURN