DEPENDENCIA DIARIA DE DIOS
«No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del Padre, que me envió» (Juan 5: 30).
COMIENZO CON UNA PREGUNTA: ¿Cómo podemos saber cuál es la voluntad del Padre para cumplirla? «Esta es la voluntad del que me ha enviado: que todo aquel que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el día final» (Juan 6: 40). La voluntad de Dios es que desarrollemos una íntima relación con su Hijo Jesucristo, una dependencia continua.
El Comentario bíblico adventista explica: «La completa sumisión de Jesús a su Padre es para los creyentes una seguridad de que todo lo que Jesús hace para ellos tiene su origen en el amante corazón de Dios» (t. 5, pág. 945). Por esta razón, Juan registró las palabras de Jesús: «Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que permanece para vida eterna, la cual os dará el Hijo del Hombre, porque a éste señaló Dios, el Padre.» (Juan 6: 27). El trabajo que aquí Jesús reprocha no es el necesario para ganarse la vida. Lo que Jesús está reprochando es el hábito de trabajar solamente por las cosas perecederas e ignorar las cosas eternas. Lo más importante en la vida cristiana es depender diariamente de nuestro Dios y alimentarnos de él todo el tiempo, pidiendo dirección y dependencia absoluta.
En Juan 4: 34, Jesús dijo: «Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra». No podemos andar de acuerdo a nuestra propia voluntad, porque está dañada y no es una brújula segura. Por esta razón, hay que desechar la voluntad propia y someterse a la voluntad de Dios. E. G. White aconseja:
Sus siervos de hoy harán bien en preguntarse: «¿Qué clase de voluntad estoy cultivando individualmente? ¿Estoy complaciendo mis propios
deseos y obstinación?». Si estamos haciendo esto corremos un grave peligro, porque Satanás siempre gobernará la voluntad que no está bajo el control del Espíritu de Dios. Cuando coloquemos nuestra voluntad al unísono con la voluntad de Dios, se verá en nuestras vidas la santa obediencia manifestada en la vida de Cristo (E. G. White, Mente, Carácter y personalidad, t. 2, pág. 334).
Contesta con sinceridad las preguntas anteriores y Sin importar la respuesta, puedes acercarte a Dios pidiendo el poder del Espíritu Santo para manifestar en tu vida la Santa obediencia.