Ester se ganó el favor y la benevolencia del rey por encima de las otras doncellas, y este amo a Ester más que a todas ellas, así que puso en su cabeza la corona rea’ y la proclamó reina en lugar de Vasti (Ester 2: 17).
EN EL AÑO 518 a. C. ASUERO GOBERNABA como emperador de Media y Persia. Luego de destituir a Vasti, se puso en marcha un plan en todo el reino para elegir a una joven que fuera la reina y esposa de Asuero. En esa época vivía en Susa una joven llamada Ester, que por haber sido huérfana tuvo que ser educada por su primo Mardoqueo. La Biblia describe a Ester como una joven «de hermosa figura y de bello semblante» (Est. 2: 7). Luego de un año de preparación, Ester fue presentado ante Asuero y el rey «amó a Ester más que a todas ellas, así que puso en su cabeza la corona real y la proclamó reina en lugar de Vasti.
Dios, que jamás olvide a sus hijos, guio las circunstancias para que esta joven hermosa estuviera junto al rey cuando Amán, el enemigo de los judíos, planeó la destrucción de todo el pueblo. Ester era físicamente bella, pero los rasgos de carácter que mostraban en tiempos de verdadero peligro realzan su dignidad y valor. Una vez más la Escritura establece el equilibrio al juzgar a una persona, porque si bien nos muestra a Ester como una mujer extremadamente hermosa, también nos muestra una belleza de carácter poco habitual, ya que estuvo dispuesto a dar todo, incluso su vida, para rescatar a los israelitas de manos de aman.
En nuestros días se ha ponderado la belleza externa de manera exagerada y se gastan sumas millonarias detrás de la industria de la moda y la cosmética femenina. Pero ese desequilibrio que mira solo lo superficial, llevó al ser humano a olvidar o restar importancia a la belleza interior que Dios observa: paciencia, honestidad, veracidad, amor, sinceridad, dominio propio, generosidad y todas aquellas virtudes que no se envejecen ni se Marchitan con el tiempo.
Pero, aunque el mundo le reste importancia, los hijos de Dios debemos recordar que solo los atributos de nuestro carácter son los que re tendremos cuando Jesús regrese. Esos atributos son los que debemos procurar. Si al comparar tu personaje con las virtudes del Espíritu descritas en Gálatas 5: 22 y 23 notas que careces de alguno, pídele a Dios que los reproduzca en ti. Él nunca le negará a ninguno de sus hijos un bien que perdurará por la eternidad.