CAMINANDO CON AMIGAS
“En cambio, los que confían en el Señor encontrarán nuevas fuerzas, volarán alto, como con alas de águila correrán y no se cansaran, caminaran y no desmayarán” (Isa. 40: 31).
Mi vecina inglesa Lilian y yo caminábamos al aire fresco por nuestro vecindario arbolado con jacarandás y buganvilias, en Nairobi, Kenia. Resolvíamos los problemas del mundo, organizábamos almuerzos a la canasta, y discutíamos sobre los coros de “Elías” y de “Mesías”, de la Catedral de Todos los Santos, en los cuales cantábamos. Subimos el monte Longonoty atisbamos su valle volcánico, y caminamos por los bosques de pinos cerca del monte Kenia, mientras. Se levantaba la neblina para mostrar las cumbres nevadas.
El aroma a pan recién horneado me recuerda las caminatas que hacía con mi vecina canadiense, Donna, temprano a la mañana en Beirut, Líbano, subiendo la colina hacia Middle East College. Los sonidos distantes de frenos, ráfagas de disparos y bocinas musicales flotaban de la ciudad, que se despertaba al lado del azul Mediterráneo. Pasando el almacén del vecindario, que ya estaba abierto, las majestuosas villas cerradas y los rincones de ciclámenes y anémonas, observábamos los barcos anclados en el puerto. Nos reuníamos en los eventos escolares. ¡La maravilla de vivir en una colina llamada Septieh [siete] y la belleza de una amistad compartida en un país bíblico!
En estos días, mi amiga Janet y yo nos encontramos en la curva entre las cañas de maíz y margaritas amarillas cerca de Andrews University, en Berrien Springs, Míchigan, Estados Unidos, para caminar unos cinco kilómetros casi todos los días. Pasamos el tiempo levantando basura, tratando de memorizar textos bíblicos, identificando el canto de las aves, y maravillándonos ante el cambio de las estaciones. Las oraciones compartidas incluyen a vecinos, quimioterapia y proyectos voluntarios. Nuestro objetivo es poder seguir caminando juntas hasta el cielo.
Jesús sabía cómo multiplicar pan recién horneado. Vino a limpiar la “basura” de las vidas de las personas. Caminó y sanó en las orillas del mar de Galilea. Tuvo en cuenta al gorrión y al lirio. Subió montañas. Y amó a los niños. Conoció las lágrimas y los resultados del pecado.
Y así, por todo el mundo, podemos caminar con él cada día, pasando montañas que se asoman entre las nubes, a través de valles de tristeza, en las notas altas de música inspirada, a través de jardines con flores hermosas, o en las costas del Mediterráneo, el océano Índico o el lago Míchigan. “Él camina con nosotros, y él camina con nosotros. […] Y el gozo que compartimos al caminar allí es diferente de cualquier otro que hayamos conocido” (paráfrasis de la autora de “In the Garden”, de C. Austin Miles, 1912).
BEVERLY CAMPBELL POTTLE