NO ESTAMOS SOLOS
«Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque tuyos son». Juan 17: 9
LA ÚNICA PROTECCIÓN contra el mal consiste en que Cristo more en el corazón mediante la fe en su justicia. La tentación tiene poder sobre nosotros porque existe egoísmo en nuestros corazones. Pero cuando contemplamos el gran amor de Dios, percibimos nuestro egoísmo en su carácter horrible y repugnante, y deseamos que sea extirpado del alma. A medida que el Espíritu Santo glorifica a Cristo, nuestro corazón se enternece y se somete, la tentación pierde su poder y la gracia de Cristo transforma el carácter.
Cristo no abandonará al alma por la cual murió. Ella puede dejarlo a él y ser vencida por la tentación; pero nunca puede apartarse Cristo de uno a quien compró con su propia sangre. Si pudiera agudizarse nuestra visión espiritual, veríamos almas oprimidas y sobrecargadas de tristeza, a punto de desfallecer, veríamos ángeles volando rápidamente para socorrer a estos tentados, quienes se hallan como al borde de un precipicio. Los ángeles del cielo repelen las huestes del mal que rodean a esas almas, y las guían hasta un lugar seguro. Las batallas entre los dos ejércitos son tan reales como las que sostienen los ejércitos terrenales, y del resultado del conflicto espiritual depende el destino de todo ser humano.
A nosotros, como a Pedro, se nos dice: «Satanás ha pedido zarandearlos a ustedes como si fueran trigo. Pero yo he orado por ti, para que no falle tu fe» (Luc. 22: 31, 32, NVI). Gracias a Dios, no estamos solos. El que «de tal manera amó […] al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16), no nos abandonará en la lucha contra el enemigo. Él nos dice: «Les he dado autoridad a ustedes para pisotear serpientes y escorpiones y vencer todo el poder del enemigo; nada les podrá hacer daño» (Luc. 10: 19).
Permanezcamos en contacto con el Cristo vivo, y él nos sostendrá firmemente para siempre. Creamos en el amor con que Dios nos ama, y estaremos seguros; este amor es una fortaleza inexpugnable contra todos los engaños y ataques de Satanás.— El discurso maestro de Jesucristo, cap. 5, pp. 179-181.