SOLO TRES MINUTOS
“Y dijo: ‘Esto haré: derribaré mis graneros y los edificaré más grandes, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; descansa, come, bebe y regocíjate’. Pero Dios le dijo: ‘Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma, y lo que has guardado, ¿de quién será?’ ” (Luc. 12:18-20).
Anunciada por los relámpagos y los truenos, la lluvia comenzó a caer sobre nosotros. Un equipo de mantenimiento de nueve miembros estaba trabajando en sus asignaciones del día. Casi habían completado el techo de una extensión de la cafetería donde se guardaban la leche y los huevos, cuando llegó la tormenta. El jefe de mantenimiento acababa de dejar la obra, para hacer algo en su oficina, atendiendo a la necesidad urgente de otro departamento. Había caminado solo tres minutos, cuando alguien hizo una advertencia: “¡Los hombres, refúgiense en un árbol cercano!” Los hombres rodearon el árbol, donde esperaban encontrar refugio.
Entonces sucedió.
Un rayo cayó sobre el árbol. Nueve hombres cayeron al suelo; tres murieron instantáneamente. Varias personas acudieron rápidamente. Otros, sin embargo, nunca habían experimentado una tragedia de tal magnitud y se negaron a ayudar. “No podemos ayudar a los malos espíritus, porque nos haremos daño”. Ellos tenían la creencia de que ayudar a alguien caído era peligroso, especialmente si la persona iba a morir. Un buen número de empleados de la universidad, sin embargo, asistieron de inmediato a los lesionados, conduciéndolos al hospital más cercano, a 35 kilómetros de distancia.
Pensé en el jefe de mantenimiento, que no había estado bajo el árbol por un asunto que había tenido que atender en su oficina. Su ausencia de solo tres minutos fue decisiva entre haber sido alcanzado por un rayo o no. ¿Coincidencia? Solo Dios lo sabe…
Muchas veces nos sorprendemos de lo rápido que se puede producir la muerte. Este incidente, que nos entristeció mucho, fue un recordatorio, para mí, de que debo confiar y vivir en el amor de Dios cada momento de mi vida. De hecho, varias personas de la universidad aceptaron a Cristo como su Salvador después de reflexionar sobre este incidente.
Señor, cuando sea mi hora de ir a descansar en ti y esperar tu Segunda Venida, déjame tener una relación salvadora contigo. Quiero estar lista para conocerte. Amén.
Evelyn G. Pelayo