CUANDO LA IGLESIA ORA
«Pedro estaba custodiado en la cárcel, pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él» (Hechos 12: 5).
DURANTE UNA SEMANA de conferencias evangelizadoras, una iglesia intensificó sus oraciones por un muchacho de unos veinte años que se había convertido en el terror del pueblo. Había robado las pocas pertenencias de varios miembros de iglesia y era el ladrón principal de la zona. Invitaron al joven a las conferencias públicas, y aceptó. No se perdió una sola. Al terminar la semana, tomó la decisión de bautizarse después de estudiar la Biblia.
Ese sábado por la tarde, se dedicó un tiempo especial para algunos testimonios. El primero en pasar fue Santiago, aquel joven que había sido el ladrón del pueblo. Hizo más de veinte confesiones públicas:
-Hermano Miguel, perdóname porque te robé el refrigerador. Hermana María, perdóname porque te robé la estufa. Hermano José, perdóname porque te robé la bicicleta.
Cuando terminó, todos los hermanos a quienes había robado algo, se colocaron de pie y dijeron: «Ya te hemos perdonado y damos gracias a Dios porque escuchó nuestras oraciones, ahora eres nuestro hermano y lucharemos juntos para llegar al reino de los cielos». Al escuchar eso, Santiago cayó de rodillas, y dijo:
-Gracias, Señor, porque la oración tiene poder y tu iglesia me ama. Límpiame para que todos juntos lleguemos a tu reino, amén.
Cuando la iglesia ora suceden cosas maravillosas. Pedro se libró de la cárcel porque su iglesia no cesaba de orar por él, y aun cuando ya era libre, la iglesia seguía orando sin cesar.
Aprendamos de Jacob, cuando regresaba de Padan-aram a Canaán. Se aferró al ángel de Dios para que lo bendijera y no lo soltó hasta que lo hizo. «Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma» (Génesis 32: 30).
Si nos unimos en oración, habrá más fuerza, más poder. Debemos orar juntos para que las almas sean redimidas por el poder de Dios y sean liberadas del poder del mal. Si imitamos a la iglesia primitiva, intercediendo en oración por aquellos necesitan salvación de Dios, seremos testigos entonces de los milagros de Dios.