¡Fíjense bien! ¡Ya estoy creando nuevos cielos y nueva tierra! De los primeros, nadie a acordarse, ni los traerá más a la memoria (Isaías 65: 17).
¿HA VIVIDO UNA EXPERIENCIA DOLOROSA EN TU VIDA? ¿Tuviste una niñez humillante y penosa, que hasta el presente esos recuerdos humedecen tus ojos? ¿Fuiste objeto de maltrato y violencia en una relación sentimental, a tal punto que te fracturaste para siempre? ¿Perdiste a algún ser amado en la plenitud de su vida, y esa pérdida quedó marcada a fuego en tu memoria?
Todos los seres humanos estamos condenados, desde nuestro nacimiento, a vivir experiencias angustiantes y dolorosas porque vivimos en un mundo gobernado por el pecado y sus consecuencias. Pero más allá de lo que cada uno ha vivido y que quedó grabado en su memoria, ¿será posible alguna vez olvidar todo eso y vivir como si nunca hubiera existido? Joseph Bau, un judío que precisamente sobrevivió al exterminio nazi, narra sus recuerdos de la siguiente manera: «Nada borrará esas imágenes de la memoria de quienes sobrevivieron a la máquina del Holocausto, diabólicamente concebida y perfectamente ejecutada, creada por Adolf Hitler y Cía» .
«Para seis millones de viejos, esos años de completa locura se apagaron en los últimos de su vida; a los pocos que consiguieron sobrevivir, que milagrosamente se las ingeniaron para pasar el alma de contrabando entre las “acciones” y las selecciones, este período devastador les abandonaron heridas que no han sanado ni sanarán jamás. Ningún acto de expiación alemán ni las vacaciones subvencionadas en un balneario los harán olvidar» ( El pintor de Cracovia , p. 145).
Al igual que Joseph Bau, millones de personas que transitan por este mundo, tienen recuerdos de aflicción y congoja que les hacen sentir que «nada borrará esas imágenes de la memoria».
Pero Dios, conociendo y sabiendo todo lo que el pecado ha realizado en la raza humana, dejó una promesa tremenda al decirnos: «¡Ya estoy creando nuevos cielos y tierra nueva! De los primeros, nadie a acordarse, ni los traerá más a la memoria». No importa cuán humillado y despreciado te hayas sentido; no importa cuán desbastadora haya sido la tragedia que te tocó vivir; no importa violencia y abusos que hayas tenido que soportar a lo largo de tu vida. Una cosa es segura: Dios siempre cumple sus promesas, y al darnos ese mundo nuevo luego que esta tierra sea purificada con fuego, todos los recuerdos angustiantes y todas las memorias dolorosas serán borradas para siempre.
Al iniciar este día, agradécele a Dios porque en su gran amor, ese mundo es y será una realidad para cada uno de sus hijos, para todos los que aceptamos a Cristo como Salvador.