Miercoles 1 de Agosto – LA BAHÍA DE LOS PERROS – Devocional para Damas

LA BAHÍA DE LOS PERROS

“Porque él ordenará que sus ángeles te cuiden en todos tus caminos” (Sal. 91: 11). 

Pasamos nuestras vacaciones en España, disfrutando del maravilloso clima cálido, el sol y el aire fresco que encontrábamos cada día. Desde donde nos hospedábamos, solo teníamos que caminar una corta distancia hasta llegar a la playa, en la que había una pequeña bahía. Otra parte grande de la playa estaba un poco más alejada, y solo podíamos llegar allí a través de un camino pequeño y rocoso. Era muy lindo caminar por esa parte lejana de la playa y podíamos encontrar hermosos caracoles que dejaba la marea.

Un día, mi hija, Selina, y yo nos levantamos al amanecer y nos preparamos para caminar por ese camino rocoso hasta la playa. Pensábamos recoger caracoles, ya que nos imaginamos que muy pocas personas estarían allí tan temprano, para competir por los caracoles más hermosos.

Incluso a esa hora temprana el sol calentaba y la caminata fue encantadora. En algunos lugares el camino era escarpado y cansador, pero igualmente era refrescante y agradable. Hasta que llegamos a una bahía en la que dos personas paseaban a sus tres perros. Cuando llegamos, esos perros, que parecían lobos, corrieron en nuestra dirección ladrando ferozmente. Selina y yo nos estremecimos de temor y no pudimos evitar gritar. Gracias a Dios, llamaron a las bestias, pero continuamos el camino ya no felices, sino temblando de cabeza a pies.

Encontramos algunos caracoles en la playa y vimos el sol saliente reflejado en el mar. Sin embargo, no pudimos disfrutar de nada, porque nuestros pensamientos volvían permanentemente al camino rocoso que cruzaba la aterradora “bahía de los perros”.

Mi oración silenciosa era: Por favor, Dios, protégenos.

Un anciano se nos acercó. Al mirar atrás, creo que era un ángel. Se identificó como un inmigrante alemán, así que comunicarnos no fue un problema. Le dije que teníamos miedo, porque quizá los perros todavía estaban en el camino, y él fue muy amable y nos acompañó a la “bahía de los perros”. Cuando llegamos allí, agradecimos a Dios porque las personas con los perros se habían ido.

Estuvimos un poco ansiosas durante el resto del camino, pero también nos sentíamos felices porque sabíamos que un ángel nos había acompañado una parte del camino.

SANDRA WIDULLE

Radio Adventista

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