ROGGEVEEN Y LA ISLA DE PASCUA
“Jesús les dijo: ¿Nunca leisteis en las Escrituras: La piedra que desecharon los edificadores, ha venido a ser cabeza del ángulo. El Señor ha hecho esto y es cosa maravillosa a nuestros ojos?” (Mateo 21:42).
El 5 de abril de 1722, el explorador holandés jakob Roggeveen llegó a la isla de Pascua. El objetivo de Roggeveen era encontrar la fabulosa y rica tierra que había descrito, hacia 1687, el pirata inglés Edward Davis, delante de la costa de Chile. La búsqueda de la “Tierra de Davis” se convirtió en un centro de interés para los marinos de esa época. Pero, Davis se había equivocado. Supuestamente, divisó buques cargados de oro y solo dio un rápido vistazo a los agrestes arrecifes de unas islas del Pacífico oriental. Creyó que se trataba de la punta de un nuevo continente meridional y dio a sus compatriotas informes errados.
El desencanto de Roggeveen y su tripulación fue grande cuando ese 5 de abril (día de Pascua, por lo que bautizaron a la isla con ese nombre) llegaron a un archipiélago, aparentemente insignificante, con grandes ídolos de piedra.
Rapa Nui (nombre original de la Isla de Pascua) fue declarada tesoro de la humanidad por la Unesco, en 1995. Hoy, tiene un atractivo turístico innegable. La isla es uno de los principales destinos turísticos del país, por su belleza natural y su misteriosa cultura ancestral, representada en esas enormes estatuas de piedra, conocidas como moái.
Y hablando de piedras… Es particular el caso de esa inmensa roca desechada por los constructores del Templo. Jesús recordó aquella vieja historia y la aplicó a sí mismo: él sería dejado de lado por su propio pueblo, pero se convertiría en el fundamento de la iglesia cristiana.
Como Roggeveen, a veces vamos tras tesoros terrenales de dudosa valía, pero al alcanzarlos nos invade la frustración. No comprendemos que, en esa búsqueda, algo totalmente inesperado y maravilloso se nos puede presentar en forma de oportunidad.
Hoy puede ser un día histórico. Valora lo que tienes. Aprende a mirar bien tus bendiciones. No deseches a Jesús ni sus enseñanzas.
“Cristo fue la principal piedra del ángulo, y debemos edificar sobre este cimiento. Cada uno debe tener un espíritu de abnegación y sacrificio. La vida de Cristo en la tierra fue una vida de desinterés: se distinguió por la humillación y el sacrificio. ¿Y podrán los hombres, participantes de la gran salvación que Cristo vino a traerles del cielo, negarse a seguir a su Señor y compartir su abnegación y sacrificio?” (Elena de White, Mensajes selectos, t. 3, p. 168).