Miercoles 04 de Octubre del 2017 – A LA PUERTA – Devoción matutina para Jóvenes

A LA PUERTA

“¡Mira! Yo estoy a la puerta y llano. Si oyes mi voz y abres la puerta, yo entraré y cenaremos juntos como amigos” (Apocalipsis 3:20, NTV).

El 4 de octubre de 1949 se dedicaba oficialmente la sede permanente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Nueva York, Estados Unidos. La ONU es la mayor organización internacional existente. Es una asociación de gobierno global que facilita la cooperación en asuntos como el derecho internacional, la paz y la seguridad internacional, el desarrollo económico y social, los asuntos humanitarios, y los derechos humanos.

Se encuentra en la vecindad de Turtle Bay, parte oriental del Midtown de Manhattan. Aunque está en la ciudad de Nueva York, el lugar ocupado por esta sede se considera territorio internacional. Por razones de seguridad, todo correo enviado a esta dirección es esterilizado. La Administración Postal de las Naciones Unidas emite sellos, con los que deben ser franqueados todos los elementos enviados desde el edificio. Los periodistas acreditados, cuando informan desde el complejo, no deben utilizar Nueva York como identificación de su localización, en reconocimiento de su estatus de extraterritorialidad.

El edificio es imponente y la estructura era avanzada para su época. Cuando pienso en la sede de la ONU, recuerdo la pintura de Harry Anderson, artista adventista mundialmente conocido, titulada “Príncipe de Paz”. Representa a Cristo parado frente al edificio de la ONU, llamando a la puerta de esta institución, mostrando su interés en los asuntos mundiales. Para Anderson, Cristo, como Príncipe de paz, es el único que puede llevar verdadera paz a todas las naciones.

Anderson está haciendo alusión aquí al verdadero objetivo de la ONU, que se formó luego de la Segunda Guerra Mundial con el objetivo de que no haya más guerras. Viendo lo que sucedió después y el panorama político-militar actual, la ONU no ha logrado su objetivo, por más buenas intenciones que haya tenido. Nos podríamos preguntar, entonces, si habrá sido porque finalmente Cristo no pudo entrar en este organismo. Las naciones más poderosas del mundo han querido tomar el mundo en sus manos para solucionar sus problemas, pero ha sido en vano.

Es que no existe solución humana para el problema de este mundo. Solo Cristo puede traer sanidad a la gran enfermedad del pecado que nos aqueja. Mientras Cristo siga llamando a la puerta sin poder entrar, este mundo irá a su perdición.

Pero nosotros no necesariamente tenemos que seguir el mismo destino. Hay salvación individual. El Apocalipsis nos presenta a Cristo a la puerta, pero no ya de las Naciones Unidas, sino de nuestro corazón. Él está a la puerta y llama. ¿Le abrirás tu corazón hoy y cenarás con él, como amigos queridos?

Radio Adventista

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