Lunes 29 de agosto 2016– Mi religion Devoción matutina mujeres
«Si te das a ti mismo en servicio del hambriento, si ayudas al afligido en su necesidad, tu luz brillará en la oscuridad» (Isa. 58:10).
“Cuando hago el bien, me siento bien; cuando hago el mal, me siento mal. Esa es mi religión”. Abraham Lincoln
UN HOMBRE llegó tarde a la iglesia, y preguntó al diácono de puerta: «¿Ha terminado el servicio?». El diácono le contestó: «Lo que acaba de terminar es el culto, pero el servicio precisamente comienza ahora».
¡Cuán a menudo confundimos los términos! A veces pensamos, por ejemplo, que la religión consiste en ir a la iglesia y escuchar el culto cada sábado, leer un poco en casa y orar antes de salir a la calle. Enfocamos la vida religiosa hacia adentro. Y aunque estos elementos sin duda nos enriquecen espiritualmente, no lo son todo. La religión consiste, más que nada, en el amor al prójimo basado en el amor a Dios; en servir a los demás, motivados por una fe genuina en la existencia de Dios. Santiago lo expresó así: «La religión pura y sin mancha delante de Dios el Padre es esta: ayudar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y no mancharse con la maldad del mundo» (Sant. 1:27).
La lectura, los sermones, la parte contemplativa de la religión son una antesala para la experiencia práctica, real y viva del cristianismo, que consiste en dar de comer al que pasa hambre, dar de beber al que tiene sed, acoger al forastero, dar alojamiento al que no tiene dónde ir, cubrir al que pasa frío, atender al que está enfermo y llevar esperanza y ánimo al que ha perdido su libertad o sus ganas de vivir (ver Mat. 25:35-36).
Cuenta una fábula que un hombre que caminaba por el bosque vio a un zorro que había perdido las cuatro patas. «¿Cómo logrará sobrevivir?», se preguntó. Entonces vio a un tigre que compartió su presa con el zorro. El hombre, admirado, pensó: «Voy a hacer lo mismo. Me sentaré en un rincón y Dios sabrá cómo proveer para mí». Lo hizo durante muchos días, pero sin resultado. Ya al borde de la muerte, Dios le dijo: «El ejemplo que debías seguir era el del tigre, no el del zorro incapacitado».
¿Qué ejemplo seguiremos nosotras, el de la espiritualidad contemplativa o el del servicio activo a favor del que sufre? Ahí se verá nuestro concepto de la religión.