Sábado 16 de julio. Matutina para mujeres – El giro cristiano
«Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe» (Heb. 12: 2, NVI).
“Dondequiera se produzca contacto con Jesucristo, hay salvación”. Helmut Thielicke
SE CONOCE como «Giro copernicano» a la revolución científica que comenzó en el siglo XVI cuando Nicolás Copérnico puso en tela de juicio que la Tierra fuera el centro del universo. La creencia aceptada era que el Sol giraba alrededor de la Tierra, pero dicha teoría hacía imposible explicar el aparente movimiento de los astros. Copérnico propuso como única explicación posible que el Sol es el centro del universo, y la Tierra se mueve alrededor de él, como los demás planetas. Costó aceptar esta teoría porque, de ese modo, la Tierra pasaba a ser un planeta más, relegado a un segundo plano respecto al Sol. Hoy es irrefutable ese innovador giro que generó una revolución en la concepción del mundo.
En términos de nuestra vivencia religiosa, en pleno siglo XXI aún nos hace falta un giro semejante al copernicano. Muchas veces nuestro concepto de la religión consiste en la búsqueda de una doctrina, una «verdad», un conjunto de creencias, normas y leyes en los que basar nuestra vida. Pero girando en torno a conceptos abstractos difícilmente hallaremos la vida. Doctrinas y creencias las encontramos en diversos libros, que por cierto constituyen los fundamentos de las religiones del mundo. Grandes palabras intelectuales y espirituales también las dijeron Buda, Lao Tsé, Gandhi y muchos otros, pero ante las grandes preguntas y vivencias de nuestra vida, ¿qué poder encontramos en doctrinas, normas y palabras? La religión no puede centrarse en un mero conocimiento intelectual de conceptos sobre Dios, sino en un conocimiento real, vivencial, práctico, de una persona: Jesucristo.
Las teorías no transformarán nuestro carácter, la persona de Cristo sí. La mera letra no nos dará poder en las circunstancias difíciles de 1uestra vida, Cristo sí. La ley no dará perdón a nuestra conciencia culpable, la sangre de Cristo sí. Las palabras contundentes no pondrán fin a las agitaciones internas de nuestro corazón, el Espíritu manso de Cristo sí. Ninguna doctrina o ley escuchará nuestras oraciones; Cristo no solo las escucha, también las responde.
Nos hace falta un giro que provoque una revolución; la revolución de ver a Cristo como único centro de nuestro universo, de hacer que todo gire en torno a él, de entender que no somos sino un planeta más, sin luz propia, que brilla con la luz de Cristo a medida que gira en torno a él, no a través de filosofías y conceptos humanos.