Martes 15 de noviembre. Matutina para damas – “Refinando la plata”
«A los que antes conoció, también los predestinó para que fueran hechos conformes a la imagen de su Hijo» (Rom. 8: 29, RV95).
“Te haré entender y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos”. Dios
CUENTA UN RELATO anónimo* que un grupo de mujeres estaban dando un estudio bíblico sobre el libro de Malaquías cuando llegaron al capítulo 3, versículo 3: «Él se sentará para afinar y limpiar la plata» (RV95). «¿Qué querrá decir esto?», se preguntaron. Ninguna sabía nada sobre el oficio de platero. Así que decidieron investigar un poquito en qué consiste limpiar la plata; esperaban de ese modo conocer un poco más y mejor a Dios. Así que comisionaron a una de las presentes para que hiciera averiguaciones.
La encargada de la averiguación contactó enseguida con un platero y acordaron un encuentro en el taller. El proceso le pareció sumamente interesante. Aquel artesano sostenía las piezas de plata sobre el fuego, en el lugar donde las llamas eran más potentes, «para que se quemaran todas las impurezas», según él mismo le explicó. Ella se imaginaba a Dios sosteniéndonos en medio de las pruebas más candentes. «¿Tiene usted que estar todo el tiempo frente al fuego, sosteniendo la plata mientras se refina? ¿No puede ponerla sobre un objeto o buscar algún otro medio?», preguntó la mujer. El platero le dijo que no solo debía estar allí todo el tiempo, sino que no podía desviar ni un momento los ojos de la plata, pues si esta era expuesta al fuego un solo segundo más del necesario, quedaría inservible. «¿Cómo sabe usted cuándo está la plata completamente refinada?», preguntó la mujer. Él sonrió y contestó: «Cuando veo mi imagen reflejada en ella».
En el momento más candente de nuestras pruebas, qué bueno es recordar que Dios tiene en mente ver su imagen reflejada en nosotras; que no aparta ni un instante su mirada de ti, ni de mí. Cuando las llamas nos están refinando, él nos aparta del fuego antes de que nos destrocen, en el preciso instante en el que hayamos aprendido esa lección de vida que nos permita reflejar su amor, su sensibilidad y su compasión. Nada sucede por casualidad, y nada se escapa a la atenta mirada de nuestro Padre.
El Señor tiene sus ojos fijos en ti y en mí, para que seamos hechas conforme a la imagen de su Hijo. Tengámoslo presente en medio de las pruebas y el dolor.