Martes 31 de enero. Matutina para damas – “Perdidas y encontradas”
“Me invocará y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia; lo libraré y lo glorificaré” (Sal. 91:15).
Tenía que ir corriendo al supermercado antes del trabajo, para comprar helados ara una reunión.
-¿Necesitas que te compre algo? -me preguntó mi amiga por teléfono.
Le pregunté si podía conseguirme una bebida caliente, para una mañana tan fría. Una hora más tarde, ella me llamó y me dijo:
-¿Podemos vernos en la entrada de la oficina, para darte tu bebida?
Entonces me entregó la bebida por la ventanilla de su auto.
-¿Pasa algo? -le pregunté, al notar que no tenía la sonrisa de siempre.
-Como el día está soleado, estaba usando mis gafas de sol favoritas, pero se me cayeron en la tienda. Así que, voy a volver, para ver si alguien las encontró y las puedo recuperar-me dijo.
Al ver su cara triste, me ofrecí a ir con ella. Antes de entrar en su auto, busqué cuidadosamente alrededor del asiento y en el suelo, por si acaso sus gafas estaban allí.
-Ya las he buscado por todas partes -me dijo.
Pero yo insistí en seguir buscando en los asientos de atrás y en el maletero. Mis esfuerzos fueron en vano.
-Nadie ha devuelto ningunas gafas de sol -le dijo un empleado de la tienda a mi amiga, mientras yo seguía recorriendo los lugares donde ella había estado.
Caminé por el pasillo hasta la caja. Y las gafas de sol aún no aparecían.
“Señor”, supliqué, “por favor, ayúdanos a encontrar las gafas de sol”. Y continué orando, y alabándolo por lo que él haría.
-Me tomará mucho tiempo encontrar unas gafas de sol como esas -sollozó mi amiga cuando entramos de nuevo en el auto.
En silencio, trató de recomponerse, mientras yo continuaba mi oración: “Señor, no se trata de unas gafas de sol; se trata de que mi amiga sepa que tú te preocupas por los más sencillos detalles de nuestra vida”. Entonces me agaché para recoger mi bebida, cuando de pronto mi mano chocó contra algo. Automáticamente lo levanté. ¡Las gafas de sol de mí amiga!
-¡Qué alegría! -exclamé- No sé lo que pasó. Pero yo estaba orando, y de repente el Señor las puso en mí mano.
Clamé. Él respondió, como prometió que lo haría.