Lunes 23 de enero. Matutina para damas – “Oídos siempre atentos”
“Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí, y al que a mí viene, no lo echo fuera” (Juan 6:37).
Un día, escuché a tres jóvenes hablando.
-Tengo problemas con mis padres -dijo uno de ellos.
-¿Y qué tiene que ver eso con nosotros? -le preguntó otro. -Exactamente -añadió el tercero- Tus padres son tu problema, no el nuestro. El primer joven, abatido, puso fin a la conversación.
¿Alguna vez has buscado un oído comprensivo, y no lo has encontrado? Después de presenciar esa escena, me pregunté: ¿Qué habría pasado, si Jesús hubiera respondido a la gente como lo hicieron estos dos “amigos”, cerrando la puerta a alguien que necesitaba compasión?
¿Cómo reaccionaríamos nosotras, si quisiéramos contar a Dios nuestros problemas y él nos ignorara y se alejara, dejándonos solas con el dolor y la incertidumbre? Gracias a su gran misericordia, él no hace eso. De hecho, él nos dice que si nosotros sabemos cómo dar lo mejor a nuestros hijos, cuánto más él (Mat. 7:11); y eso también incluye escuchar nuestros problemas. También dijo que incluso aunque una madre pudiera olvidarse de sus hijos, él nunca nos va a olvidar (Isa. 49:15).
Durante su paso por este mundo, Jesús escuchó los problemas de todo tipo de las personas: la historia de dolor de una mujer con flujo de sangre, la confesión del publicano Zaqueo, las peticiones de los padres de niños endemoniados… Incluso, escuchó a niños pequeños, así como a pescadores que se quejaban por una mala noche de pesca. También escuchó al ladrón en la cruz.
La misión de Cristo aquí, en la tierra, fue volver a conectar a la raza humana caída con su Creador; fue restablecer los lazos de amor que se habían roto. Por eso siempre escuchó con atención cada petición y cada llanto. Él suplía las necesidades de toda persona que se le acercaba y los dirigía a su Padre celestial.
Todavía hoy, los oídos de nuestro Dios siguen atentos a nuestro clamor. El Señor está totalmente disponible para escucharnos las 24 horas del día. Vamos a alabarlo por el hecho de que, a diferencia de algunos números telefónicos que marcamos, su número nunca está ocupado ni fuera de cobertura. Después de escuchar nuestras oraciones, él nos imparte dirección, consuelo y ánimo. Tal vez, nosotras podamos tener los oídos tan atentos para otros como los tiene Jesús para nosotras.