Sábado 15 de octubre. Matutina para damas – “Lo que está mal en el mundo”
«Si decimos que no hemos cometido pecado, hacemos que Dios parezca mentiroso y no hemos aceptado verdaderamente su palabra» (1 Juan 1:8).
“Soy un ser humano, y por lo tanto tengo dentro de mí todos los demonios”. G. K. Chesterton
SE CUENTA que en una ocasión, un periódico lanzó una pregunta en sus páginas con la esperanza de recibir respuestas por parte de sus lectores. La pregunta era: «¿Qué es lo que está mal en el mundo?». El escritor cristiano G. K. Chesterton envió como respuesta una breve carta que decía: «Estimados señores, yo soy lo que está mal en el mundo. Atentamente, Chesterton». Sin duda, una respuesta digna de alguien que ha entendido a la perfección el mensaje de Jesús.
El problema del mundo no es la política, ni las religiones, ni la economía, sino cada una de nosotras, personas egoístas con una tendencia radical al mal. Podemos, y de hecho lo hacemos, echar la culpa a los demás, pero al hacerlo únicamente nos estamos engañando a nosotras mismas.
Las circunstancias externas son simplemente eso, circunstancias, mejores o peores. Pero la mayor necesidad que tenemos es que Dios nos transforme internamente; transforme nuestra naturaleza, nuestros caracteres y como resultado, nuestras vidas. Sean cuales sean las circunstancias, si Dios me cambia a mí, entonces yo podré mejorar mi alrededor, mi mundo. Las circunstancias no son lo que hacen que yo sea mejor o peor; yo soy la que hace que el mundo pueda cambiar si, primero, me dejo transformar. Las circunstancias difíciles hacen la vida difícil, sí, pero es posible tener fe en medio de la dificultad. De hecho, muchas veces son las dificultades las que nos llevan a un cambio radical y a un acercamiento a Dios.
El antiguo pueblo de Israel esperaba la venida del Mesías para que cambiara sus circunstancias y los librara de la tiranía de Roma. Sin embargo, el Mesías vino y lo dejó todo tal cual estaba; no los libró de ninguna miseria, sino que intentó hacerles entender que el mayor problema que tenían ellos, eran ellos mismos. Él vino a librarlos de sí mismos, del pecado, y lo mismo quiere hacer con nosotras, si le dejamos.
La clave: cambiar por dentro.
Lo bueno del evangelio es precisamente que, aunque nos dice «en ti no hay nada bueno, todo en ti es malo porque eres pecadora», luego nos asegura: «Pero Dios te ama, y por eso te llama a darte cuenta de que estás mal, y a dejarte transformar por él».