Viernes 28 de octubre. Matutina para damas – “Encajar vs pertenecer”

Viernes 28 de octubre. Matutina para damas – “Encajar vs pertenecer”

«Miráis las cosas según la apariencia. Si alguno está persuadido en sí mismo de que es de Cristo, esto también piense por sí mismo: que como él es de Cristo, así también nosotros» (2 Cor, 10: 7).

“Ser es pertenecer a alguien”. Jean-Paul Sartre

TODOS LOS SERES humanos hemos nacido con una necesidad imperiosa de sentir que pertenecemos a alguien o a algo. Cuando perdemos esa conexión, o cuando nos parece no lograr alcanzar ese sentido de pertenencia con nadie ni con nada, algo dentro de nosotras sencillamente va mal, y el vacío nos abruma. Tal vez por esta necesidad tan grande que tenemos, a veces confundimos «pertenecer» con «encajar», y nos pasamos la vida intentando encajar. Pero, en realidad, pertenecer y encajar no son lo mismo. No son ni parecido.

Intentar «encajar» es estar dispuestas a hacer lo que sea necesario para ser aceptadas, para recibir aprobación (ajena o propia), para sentirnos valoradas y consideradas, en función de lo que creemos que debemos ser para resultar socialmente aceptables. Intentar encajar implica, por tanto, distanciarnos de nosotras mismas, de nuestra autenticidad, para actuar conforme se espera para que resultemos aceptables. Eso significa renunciar a nuestra historia, dejara un lado lo que realmente somos para responder a lo que otros quieren que seamos (o lo que nos imaginamos que quieren). La mujer que desea encajar piensa: «Cuando pierda peso, tendré éxito con los hombres; cuando termine la carrera, seré más respetada; cuando me case, no me sentiré insegura; cuando tenga dinero para vestir ropa de marca, podré salir con ese grupo que ahora ni me mira». Desear encajar es un pobre sustituto del verdadero sentido de pertenencia.

«Pertenecer» implica sentirnos aceptadas tal como somos, y eso únicamente puede suceder cuando somos auténticas, aunque imperfectas. Pertenecer es sentirnos queridas sin miramientos ni pruebas que superar; sabernos aceptadas tal cual, sin más, siendo reales, sinceras, mostrando lo que verdaderamente llevamos dentro. Si nuestro deseo de encajar con alguien o con nuestro propio concepto de algo, es tan grande que nos lleva a renunciar a la autenticidad, algo estamos entendiendo mal.

Pertenecemos a la familia de Dios; de hecho, eso es lo que significa ser cristianas: pertenecer al cuerpo de Cristo, que es su iglesia. Hemos sido adoptadas por él, porque nos ama, sin exigencias y sin necesidad de que cambiáramos antes de acudir a él. Su amor es el que nos da el sentido de pertenencia. Y siendo que pertenecemos a él, ¿qué necesidad tenemos de encajar donde, para lograrlo, tengamos que cambiar? Nuestra necesidad natural de pertenencia ya está satisfecha con pertenecer al Señor.

 

Radio Adventista

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