Viernes 18 de noviembre. Matutina para damas – “En el dolor”
«Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo» (Sal, 23:4, RV95).
“Dios se encuentra en todo, también en el dolor; en el dolor, sobre todo”. Elie Wiesel
UN EQUIPO DE INVESTIGACIÓN de la Universidad de Oxford, Inglaterra, liderado por la neurocientífica Katja Wiech y el psicólogo Miguel Farías, analizó los efectos de las creencias religiosas sobre el dolor Sometieron a descargas eléctricas a veinticuatro voluntarios, la mitad cristianos y la mitad ateos. A la vez que se les administraba una descarga, se les mostraba una imagen. A los ateos, una pintura de Leonardo da Vinci; a los cristianos, un cuadro religioso. Después se le pedía a cada participante que valorara, de cero a cien, la intensidad del dolor que habían sentido. Los resultados mostraron una constante: los cristianos que eran expuestos a la imagen religiosa decían cifras más bajas. Utilizando una máquina de resonancia magnética para analizar la actividad cerebral durante la aplicación de las descargas, los investigadores comprobaron que los participantes creyentes, además de afirmar sentir menos dolor que los no creyentes, mostraban en su escáner la activación de una zona del cerebro que está relacionada con la reducción del dolor. Por su parte los no creyentes, que afirmaban sentir niveles de dolor más elevados, no mostraban ninguna actividad cerebral en esa zona relacionada con la reducción del dolor.
Existe un mecanismo cerebral de reducción del dolor que está íntimamente asociado con la fe. ¿No es fantástico? Es la comprobación, a nivel físico y psicológico, de algunas de las grandes promesas de las Escrituras, como «cuando ando en medio de la angustia, tú me vivificas» (Sal. 1387); «cercano está Jehová a los quebrantados de corazón» (Sal. 34: 18, RV95); o «aunque ande en valle de sombra de muerte […] tú estarás conmigo (Sal. 23:4, RV95).
Me encanta cuando la ciencia da explicación a ciertos misterios de la fe; cuando, como en este caso, nos revela la forma en la que Dios cumple ciertas promesas; formas de las que a veces no nos damos cuenta, pero que no por eso son menos reales. Lo bueno de estas investigaciones es que aumentan todavía más mi fe, reduciendo por tanto todavía más mi dolor y duplicando mis ganas de gritar a todo el mundo las verdades de la Palabra de Dios, de modo que todos puedan disfrutar de las bendiciones de creer en ella.
Querida amiga, Dios, por medio de tu fe, se hace presente en tu dolor, reduciéndolo. ¡Viva la ciencia! ¡Viva la fe!