Martes 29 de noviembre. Matutina para damas – El poder del hábito

Martes 29 de noviembre. Matutina para damas – El poder del hábito

«No basta con oír el mensaje; hay que ponerlo en práctica» (Sant. 1:22).

“Solo un hábito puede dominar otro hábito”. Og Mandino

EL CIRUJANO estadounidense Maxwell Maltz (1889-1975) constató a través de su experiencia médica que hacen falta entre veintiún y cuarenta y cinco días para cambiar un hábito. En prácticamente el ciento por ciento de los casos de amputaciones que él trataba, sus pacientes necesitaban al menos veintiún días para que desapareciera la imagen fantasma del miembro perdido. Maltz pudo demostrar que la mente humana necesita que una acción o una idea se repitan al menos durante veintiún días consecutivos para que se quede fijada en el subconsciente.* Siendo así, no parece tan imposible intentar sustituir un mal hábito adquirido por uno nuevo y mejor, ¿no crees? Al fin y al cabo, veintiún días pasan pronto.

En las Escrituras encontramos continuos llamados a desarrollar buenos hábitos; hábitos que estén en armonía con los principios divinos como la oración diaria, la asistencia semanal a la iglesia, la alimentación sana y equilibrada, el trabajo, el ejercicio físico regular, las actitudes positivas en nuestras relaciones personales… Pero, a veces, llegar a adquirir esos hábitos implica desaprender, lo cual no es nada fácil, o tomar decisiones de llevar a la práctica lo que sabemos en teoría pero no hemos podido integrar a nuestra vida. Gracias a Dios, contamos no solo con su poder transformador del pensamiento y la acción, sino con las leyes del cerebro, según las cuales la repetición durante un determinado tiempo nos ayuda a fijar conceptos y prácticas hasta que llegan a formar parte de nuestra personalidad.

Esto es muy profundo: tenemos la posibilidad de cooperar con el Espíritu Santo en un aspecto tan importante de la vida como lo es adquirir buenos hábitos cristianos. Porque «no basta con oír el mensaje; hay que ponerlo en práctica, pues de lo contrario se estarían engañando ustedes mismos. El que solamente oye el mensaje, y no lo practica, es como el hombre que se mira la cara en un espejo: se ve a sí mismo, pero en cuanto da la vuelta se olvida de cómo es. Pero el que no olvida lo que oye, sino que se fija atentamente en la ley perfecta de la libertad, y permanece firme cumpliendo lo que ella manda, será feliz en lo que hace» (Sant. 1:22-25). ¿Y quién no quiere ser feliz en lo que hace?

Radio Adventista

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