Viernes 27 de enero. Matutina para damas – “El guía perdido”
“Y cuando ya han salido todas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque reconocen su voz” (Juan 10:4, DHH).
Kru Yal Noparat, nuestro guía, se había ¡do de nuevo, A pesar de que era guardabosques en el parque nacional más grande de Tailandia, evidentemente, no tenía mucha experiencia como guía. Definitivamente, tenía dificultades para mantenerse con nuestro grupo. De acuerdo con nuestros planes para el fin de semana, los alumnos y los profesores habíamos disfrutado de un desayuno apresurado muy temprano en la mañana, a fin de poder ver algún paisaje Interesante antes de la hora de salida, programada para las diez de la mañana. Habíamos comenzado nuestra caminata, siguiendo a nuestro guía, pero él pronto “desapareció”. No era la primera vez que nos hacía eso, pero ahora tardó demasiado tiempo en aparecer. Habíamos seguido las Instrucciones que nos había dado al comienzo de la caminata, y habíamos caminado dos horas antes de llegar a un hermoso arroyo.
-MI corazón se está acelerando de nuevo-dijo Arlyn, una de las maestras- Será mejor que regrese a los vehículos.
Cuando giró para regresar por el sendero, el resto de nosotros hizo una pausa para orar por su seguridad. Y luego oré para que Kru Yal Noparat apareciera de nuevo. No solo era nuestro guía, ¡también era uno de los conductores de nuestros vehículos!
-Será mejor que sigamos nuestro camino -sugirió alguien- SI nos tomó dos horas llegar hasta aquí, no vamos a estar de regreso a nuestros vehículos a tiempo para volver al campamento.
Sin embargo, cuatro horas más tarde, nos preguntamos si la ubicación de las cascadas había cambiado… Estábamos perdidos.
-Hay un montón de animales salvajes en este parque -observó uno de mis alumnos, con voz nerviosa-Y mira, ¡sanguijuelas por todas partes! Estas rocas son muy resbaladizas. Y no podemos llamar a nadie para avisar dónde estamos porque no hay cobertura de señal aquí. Lo único que podemos hacer es orar, confiar en Dios y disfrutar de la caminata.
Cuando finalmente volvió a aparecer el guía, nos sentimos aliviados, a pesar de que parecía tener dificultades con su equipo para llevarnos de vuelta. Más tarde, cuando los alumnos recordaron los acontecimientos de nuestra caminata de ocho horas y media, quedé sorprendida por la frecuencia con la que la oración había formado parte de la aventura. Más de un alumno dijo:
-Jesús fue nuestro guía. Él nunca se pierde.
¡Cuán cierto era eso! Y sus ovejas conocemos su voz. Vamos a alabar a Jesús por ser nuestro guía hoy, y todos los días. Él conoce el camino y nunca nos dejará.