Lunes 19 de septiembre. Matutina para damas – El abuso sexual y la iglesia

Lunes 19 de septiembre. Matutina para damas – El abuso sexual y la iglesia

«Yo, el Señor, te llamé y te tomé por la mano, para que seas instrumento de salvación» (Isa. 42: 6)

“Lo diabólico del abuso sexual infantil es que engaña a los niños sobre la verdadera naturaleza de Dios, haciéndoles creer que no pueden confiar en él”. Dan Allender

LA VIDA es complicada; para unas personas más que para otras, obviamente. La complicó por completo el pecado y, desde entonces hasta hoy, ha habido y habrá situaciones que no solo son muy difíciles de resolver (si es que se llegan a resolver alguna vez), sino también de superar o de aprender a vivir con ellas, incluso aunque seamos mujeres de fe y oración. Una de las experiencias más injustas y difíciles de superar es la del abuso sexual cuando se produce en la infancia.

No podemos negar la realidad de que, también dentro de nuestra iglesia, se cometen pecados de este tipo. Duele hablar de ello; duele reconocerlo, y la tentación de silenciar cada caso para no empañar el nombre de nuestra iglesia es enorme… Sin embargo, es añadir más injusticia a la injusticia decirles a las víctimas: «Tienes que olvidarlo. Confía en Dios y deja todo en el pasado». No se puede tratar estas situaciones de forma tan simplista. Hemos de poder, como iglesia, ofrecer un apoyo mayor; más comprensión, más ayuda, y un entorno en el que la víctima pueda volver a confiar en Dios y en la especie humana, liberada del sentimiento de culpa y de la desconfianza. ¿Cómo? No pretendo saberlo. La Biblia no nos dice cómo tratar asuntos tan delicados como este. Pero al menos sí sé que el camino no es ignorar estas realidades como si no existieran. El camino siempre es intentar llegar al alma de toda persona que sufre.

«¿Dónde está Dios?», es la pregunta que se formulan las víctimas. Y es una pregunta legítima, que podemos ayudar a contestar. Si negamos la legitimidad de estas dudas, irán a plantearlas a los profesionales «del mundo», que no tienen miedo de tratar estos temas porque no tienen que defender el honor de nadie, pero que tampoco acercan a las víctimas a Dios.

Con amor, paciencia, comprensión, tolerancia y amplitud de mente, podemos intentar nosotras ayudarlas a descubrir qué significa confiar en Dios a pesar de la maldad que ha reinado en sus vidas. Y llevarlas poco a poco a un proceso de recuperación de la confianza en los demás, en ellas mismas y en el Señor. Abramos para ellas una puerta a la esperanza.

 

Radio Adventista

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