Sábado 25 de junio. Matutina para adultos – «Rumbo al hogar»
«Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían pasado y el mar ya no existía más. […] Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto ni clamor ni dolor, porque las primeras cosas ya pasaron». Apocalipsis 21: 1, 4
UNA DE MIS PIEZAS CLÁSICAS favoritas es la obra de Antonín Dvorak: su «Sinfonía nº 9 en mi menor» a la que dio el nombre «Del Nuevo Mundo». Hoy se la conoce como «Sinfonía del Nuevo Mundo». La mayoría estamos especialmente familiarizados con la porción del largo, y confieso que el largo es la parte que me encanta canturrear. Especialmente desde que un letrista escribió unas palabras para acompañarlo que, traducidas al español, dicen: «Rumbo al hogar, rumbo al hogar, Señor, voy rumbo al hogar. Rumbo al hogar, rumbo al hogar, Señor, voy rumbo al hogar».
¿Crees que en el fondo de cada corazón humano hay un instinto puesto por Dios, un persistente anhelo de volver a casa? ¿Pudiera ser que el «Rumbo al hogar» sea la letra de esa melodía sin palabras cantada en todas las lenguas y en todos los pueblos de la tierra? Después de todo, ¿no señaló el sabio que Dios «ha puesto eternidad en el corazón del hombre» (Ecl. 3: 11)? Y el corazón, ¡cuánto anhela y sueña el corazón con un lugar mejor que este al que llamar hogar!, ¿no crees?
Por esa razón es tan querida la descripción dada por Juan de la tierra nueva en nuestro texto de hoy y la citamos tan a menudo cuando nos reunimos con pesar para enterrar a nuestros muertos. Sin embargo, ¿te has fijado en que Juan tiene que recurrir a lo negativo para que captemos lo positivo? «¡Deja que te cuente lo que no habrá allí!». Ya no habrá lágrimas, ni muerte, ni pena, ni llanto ni dolor. Ya no habrá hospitales, ni tribunales de pleitos matrimoniales, ni cárceles, ni delitos, ni guerra. No, no, no.
Harry Blamires reflexiona de forma conmovedora: «¡Si tan solo pudiéramos tener las cosas positivas de la vida terrenal sin las negativas! Pero eso precisamente ofrece el cielo: la eliminación de las negativas [… En el cielo] ambos [el pecado humano y el dominio del tiempo] serán barridos. Aquí abajo, el tiempo marchita las flores y la belleza humana, fomenta la evaporación de las buenas intenciones, nos priva de nuestros seres queridos. Dentro del universo gobernado por el tiempo, el matrimonio más feliz acaba en la muerte, la mujer más hermosa se convierte en un esqueleto. Marchitarse y envejecer, perder y fallar, verse privado y frustrado: estos son los aspectos negativos de la vida en el tiempo. La vida en la eternidad nos librará de toda pérdida, de toda privación» («The Eternal Weight of Glory», Christianity Today, 27 de mayo de 1991, p. 30). No es de extrañar que la distante melodía «Rumbo al hogar» siga sonando en nuestro corazón.