Sábado 12 de noviembre. Matutina para adultos – Las historias de los elegidos – 8
«Israel estaba en Sitim cuando el pueblo empezó a prostituirse con las hijas de Moab, las cuales invitaban al pueblo a los sacrificios de sus dioses; el pueblo comió y se inclinó a sus dioses». Números 25: 1, 2
HUBO UN TIEMPO CUANDO existía un movimiento denominado «los elegidos». Estaban en la frontera misma de Canaán. No faltaba mucho para que la cruzasen. Y el enemigo lo sabía, mejor aún que ellos mismos. Y por ello, a la desesperada, echó mano de su oscura aljaba demoníaca y sacó de ella la flecha más mortífera de todas. Simplemente un dardo venenoso de cuatro letras: S-E-X-O. Y grande fue su matanza entre los elegidos en la frontera de la tierra prometida.
¡El sórdido relato de Números 25 no es precisamente un cuento para antes de dormir! Engatusados por las seductoras moabitas, los hijos de Israel caen en el pantano de la fornicación y manifiesta inmoralidad. Solo Hollywood podría hacerlo así de bien. La reacción divina es rápida y decisiva. A no ser que el cáncer sea extirpado de inmediato, se perderá toda la comunidad. Al final de aquel día amargo y sangriento, perecieron veinticuatro mil de los elegidos. ¿Por qué esa pasión divina? Porque el sexo siempre ha sido el don del Creador de la suprema intimidad humana. Por eso, desde el principio, la palabra hebrea que usó para la relación sexual fue «conocer». Porque solo cuando un hombre y una mujer se conocen mental, emocional, social y espiritualmente están preparados para conocerse física o sexualmente. Hemos sido programados para una intimidad genuina que es completa y profundamente relacional. Por eso, cuando Israel se juntó sexualmente con las mujeres de Moab en busca de una falsa intimidad, el efecto residual inmediato se produjo en la conciencia de sus integrantes hasta el punto asombroso de que de repente abandonaron a su Dios para adorar a los falsos dioses de sus tentadoras.
Debido a que el sexo desenfrenado corroe la conciencia humana a través de una falsa intimidad, Satanás ha descubierto que es su mejor baza para nuestra generación. Así, su hipnótica invitación a la excitación es omnipresente. Vallas publicitarias, fotos de prensa, portadas de revistas, anuncios de televisión, ventanas emergentes de Internet, avances de la cartelera cinematográfica, éxitos musicales, modas populares, conversaciones cotidianas: su alcance es casi universal. «Pero gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo» (1 Cor. 15: 57). Lo crucificaron desnudo para que la propia condición caída de nuestra sexualidad pudiera ser redimida y pudiera restaurarse en nosotros su propia intimidad. Pídeselo.