Viernes 23 de septiembre. Matutina para adultos – “Hazlo, y punto – 3”
«Felipe se acercó de prisa al carro y, al oír que el hombre leía al profeta Isaías, le preguntó: “Acaso entiende usted lo que está leyendo?”. “¿Y cómo voy a entenderlo”, contestó, “si nadie me lo explica?»”. Así que invitó a Felipe a subir y sentarse con él. Hechos 8: 30, 31, NVI
¿TE HAS FIJADO QUE las preguntas son una manera muy efectiva de captar la atención de otra persona e iniciar una conversación? «¿Acaso entiende usted lo que está leyendo?», preguntó Felipe al etíope. «¡Hay que ver cómo está la economía en estos tiempos!». «¿A qué se dedica usted?». «¿Quién va a ganar la liga?». «¿Me presta su escalera?». «¿En qué se especializó usted en la universidad?». Volando un día en avión, estaba yo sentado junto a un ingeniero. Él tenía una pila de artículos eruditos de revistas sobre fotones y nanosegundos (por lo que pude ver). «¿Qué lee usted?». Lo que quiero decir es que no hace falta buscar una manera habilidosa ni original para entablar una conversación. Basta formular una pregunta.
Felipe lo hace así, y nos recuerda el siguiente principio del testimonio efectivo.
Principio 3. Mantente dispuesto a tomar la iniciativa. «Pero no soy ningún experto en nada de esto». No hace falta que lo seas. Dar testimonio no se basa en tu capacidad; se basa en tu disponibilidad. Muéstrate disponible y estate listo para tomar la iniciativa cuando el Espíritu te lo indique.
Principio 4. Mantente preparado para responder una pregunta. El funcionario de la corte estaba perplejo con el significado de Isaías 53. «¿De qué persona habla este pasaje?». El relato dice: «Entonces Felipe, comenzando con ese mismo pasaje de la Escritura, le anunció las buenas nuevas acerca de Jesús» (Hech. 8: 35, NVI). Estate listo para responder una pregunta. «¡Estupendo! ¡Ahora tengo que convertirme en un experto en Biblia!». En absoluto. Pero recuerda el llamamiento realizado por Pedro: «Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros» (1 Ped. 3: 15). «Pero no soy más que un estudiante». ¿Nada más que un estudiante? Escucha: «Cristo desea emplear a todo estudiante como su agente» (Consejos para los maestros, p. 540). «Pero no sé qué decir». Aférrate a esta promesa de Jesús para esa inquietud precisamente: «No os preocupéis por cómo o qué habréis de responder, o qué habréis de decir, porque el Espíritu Santo os enseñará en la misma hora lo que debéis decir» (Luc. 12: 11, 12). ¿No es sensacional? Sobre la marcha, mientras tú y yo estamos ahí de pie o sentados con esa persona, podemos enviar rápidamente una breve oración de «¡Socorro!» al cielo, y Jesús promete que en ese mismo segundo el Espíritu nos traerá las ideas y las palabras mismas que necesitamos para responder a un corazón indagador. Realmente es verdad: en lo que se refiere a compartir tu fe, ¡nunca estás solo!