Martes 17 de enero. Matutina para adultos – “El gran conflicto en las escrituras”
«Entonces hubo una guerra en el cielo». Apocalipsis 12: 7
LA BIBLIA es su propio intérprete. Debe compararse texto con texto. El estudiante ha de aprender a considerar la Biblia como un todo y a ver la relación que existe entre sus partes. Hemos de adquirir el conocimiento de su gran tema central, del propósito original de Dios hacia el mundo, del comienzo del gran conflicto y de la obra de la redención. Necesitamos comprender la naturaleza de los dos principios que luchan por la supremacía, y aprender a rastrear la obra de cada uno a través de la historia y la profecía, hasta el gran desenlace. Hemos de verificar cómo repercute este conflicto en todos los aspectos de la vida humana; cómo en su mismo caso cada acto de nuestra vida revela uno u otro de esos dos motivos antagónicos; y cómo, consciente o inconscientemente, ahora mismo estamos decidiendo en qué lado de la contienda nos situaremos.
Todas las porciones de la Biblia son inspiradas por Dios y útiles (2 Tim. 3: 16). Tanta atención merece el Antiguo Testamento como el Nuevo. Al estudiar el Antiguo Testamento hallaremos manantiales vivos que brotan de lugares donde el lector indiferente solo halla un desierto.
El libro de Apocalipsis, junto con el de Daniel, merece estudio especial. Cada maestro temeroso de Dios debe considerar cómo comprender y presentar más claramente el Evangelio que nuestro Salvador en persona vino a revelar a su siervo Juan: «La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto» (Apoc. 1:1). Nadie debería desanimarse al estudiar el Apocalipsis a causa de sus símbolos aparentemente misteriosos. «Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada» (Sant. 1: 5).
«Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas, porque el tiempo está cerca» (Apoc. 1: 3).
Cuando se despierte un amor verdadero por la Biblia, y el estudiante empiece a ver cuán vasto es el campo y cuán preciado su tesoro, deseará echar mano de toda oportunidad que se le presente para familiarizarse con la Palabra de Dios. Su estudio no se limitará ni a un momento ni a un lugar determinados. Y este estudio continuo es uno de los mejores medios de cultivar el amor hacia las Escrituras.— La educación, cap. 20, pp. 171-172.