Lunes 28 de noviembre. Matutina mujeres – Convencida de lo que no puedo ver
«Tener fe […] es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos» (Heb. 11: 1).
“La fe es una conquista difícil que exige combates diarios para mantenerla”. Paulo Coelho
ARQUEÓLOGOS ISRAELÍES descubrieron en 2012 un sello de 1.5 centímetros de diámetro con la inscripción «Belén». La noticia en sí pudiera parecer no tener nada de especial, si no fuera porque es el objeto más antiguo que contiene el nombre de la ciudad natal de Jesús. Hasta ese hallazgo, la única evidencia de que alguna vez hubiera existido un lugar así llamado estaba en la Biblia y, como bien sabemos, mucho de su contenido es discutido por gran cantidad de gente respecto a su exactitud histórica e incluso a la veracidad de sus relatos. Sus voces son a veces capaces de hacernos dudar a nosotras también.
Al menos sabemos hoy por hoy que Belén no existe meramente en las páginas de las Escrituras sino que, fuera del registro bíblico, hay una prueba, datada entre los siglos octavo y séptimo antes de Cristo, de que fue real. Se cree que el sello se utilizaba en recolecciones de impuestos para sellar documentos enviados de Belén a Jerusalén, según afirmaron los responsables de la excavación.
A pesar de lo bien que nos sienta cuando los arqueólogos demuestran la realidad histórica de un lugar o un relato bíblico, nuestra fe en Dios no debería necesitar ser probada por la arqueología o la ciencia. La fe no depende de lo que digan las excavaciones ni de lo que la ciencia pueda explicar. La fe depende, única y exclusivamente, de Dios, y de una relación personal con él. Yo sé que Dios existe porque, por experiencia, he sentido su poder; él ha transformado no solo mi vida, sino mi carácter, que es bastante más difícil.
¿Es Dios digno de confianza? Si para ti lo es, entonces tu creencia en su Palabra ha de ir más allá de las evidencias que encontremos en la arqueología o en la ciencia; más allá del ridículo que algunos nos quieran hacer pasar; más allá de las dudas que de vez en cuando puedan asaltarnos; más allá de cómo los demás nos traten, de cómo predique el pastor, o incluso de nuestras propias fallas como mujeres. La fe actuará siempre convencida de la realidad de las cosas que no vemos porque, al fin, esa es la definición misma de la fe.