Martes 15 de noviembre. Matutina jóvenes – “La lista de Cristo”
«Cristo nos amó y se entregó por nosotros» (Efesios 5: 2).
La mayoría de nosotros ha oído hablar de la lista de Oskar Schindler, el alemán que salvó de los hornos crematorios nazis a más de mil judíos. Sin embargo, muy pocos conocemos a Chiune Sugihara.
Chiune fue cónsul del Imperio Japonés en Lituania durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando Hitler invadió Polonia el 1o de octubre de 1939 muchos judíos escaparon a Lituania. Pero cuando los nazis invadieron Lituania en 1940 la situación de los judíos en ese país se tornó bastante desalentadora. Es en ese momento oscuro de la vida de los descendientes de Jacob cuando entra en acción Chiune Sugihara. Aprovechando su cargo, Sugihara ayudó a miles de judíos a salir de Lituania, otorgándoles visados de tránsito para que pudieran viajar a Japón. Por supuesto, ayudar a los judíos puso en riesgo la carrera de Chiune y la seguridad de su familia, puesto que lo hizo contrariando las órdenes del gobierno japonés. Finalmente, tras haber otorgado visas a miles de judíos, el Ministerio de Relaciones Exteriores lo depuso de sus funciones consulares.
Cuando se le preguntó por qué había desafiado a su gobierno sabiendo que le costaría su exitosa carrera, Sugihara dijo: «Porque los judíos eran seres humanos que precisaban ayuda. [… ]Estoy contento de haber hallado la fuerza que necesitaba para ayudarlos (The Greatest Stories Never Told, p. 174).
Como a Chiune Sugihara, en algún momento nos tocará a nosotros escoger entre lo que nos conviene o lo que es correcto. Más de una vez un acto de nobleza conllevará un elevado precio para quien lo practica. Jesús es el vivo ejemplo de esto. El Maestro pudo haberse quedado en el cielo y disfrutar las comodidades del paraíso en comunión con los ángeles. Sin embargo, no se quedó de brazos cruzados viendo cómo el dominio de Satanás estaba condenando a los seres humanos a la perdición eterna. El Hijo de Dios descendió a la tierra, se humanó, y entregó su vida para que el nombre de cada uno de nosotros quede inscrito «en el libro de la vida del Cordero que fue sacrificado» (Apocalipsis 13:8).
Aunque no formamos parte de las listas de Schindler y Sugihara, sí podemos formar parte de la lista de Cristo, la lista de los salvados.
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