Jueves 12 enero. Matutina jóvenes – ¿Cuántos hermanos tienes?
“Cuando se cumplieron sus días para dar a luz, he aquí había gemelos en su vientre” (Génesis 25:24).
Me habría gustado tener un hermano. Los momentos de unión, las complicidades, los juegos juntos, las aventuras y, por qué no, hasta las peleas conforman ese paquete maravilloso y en forma de tesoro que son los hermanos.
Si, como yo, eres hijo único, seguramente me entenderás. Ahora, si tienes uno o más hermanos, tal vez envidies mi situación, razonando: “¡No sabes de lo que estás hablando… Ojalá yo no tuviera hermanos!”
El 12 de enero de 1988 fue un día histórico. En Michigan, Estados Unidos, nacieron los primeros quintillizos de probeta, o fecundación ¡n vitro, del mundo (el término ¡n vitro viene del latín y significa “en cristal”, y se refiere al método por el cual la fecundación de los ovocitos por los espermatozoides se realiza fuera del cuerpo de la madre). ¡Cinco hermanos mellizos! ¡Todos juntos!
La Biblia varias veces hace referencia a mellizos. Génesis 38:27 al 30 relata la complicada llegada al mundo de Fares y Zara; no solo por el difícil nacimiento, sino por el contexto: Tamar, su madre, había sido esposa de dos de los hijos de Judá, quienes murieron sin darle descendencia. Luego de una rebuscada estrategia, Tamar logra quedar embarazada de Judá y nacen los mellizos. Fares, que significa “Brecha” o “Rotura”, integra la genealogía de Jesús.
Génesis 25:19 al 26 relata el nacimiento de los mellizos más famosos de la Biblia: Jacob y Esaú. Noten que siempre que los nombramos ponemos primero a “El suplantador” y luego a “El colorado”. El engaño de Rebeca -querer colocar al mellizo menor en primer lugar- llega hasta hoy. Verdaderamente, deberíamos decir Esaú y Jacob, aun cuando Esaú desechó su primogenitura y la cambió por un plato de lentejas. Es decir, privilegió el placer de hoy (frágil, instantáneo y pasajero) por sobre la verdadera felicidad (sólida, estable y duradera).
Consumado el fraude, Jacob huye; y Rebeca nunca más ve a su amado hijo. Veinte años más tarde (y luego de atravesar múltiples experiencias), Jacob vuelve a su tierra y se reconcilia con Esaú. Pero, este es un nuevo Jacob; ha cambiado. Y no solo externamente. Cambió su nombre y su carácter: ahora se llama Israel.
Hoy puede ser un día histórico. Tal vez estés, con razón, distanciado de tu hermano o tu amigo. Quizá lo engañaste, o has sido tú víctima de engaño. Probablemente ya pasaron muchos años. Busca a Dios. Repara brechas. Haz la “segunda milla”. Fomenta el perdón y la reconciliación.
“La unión y el amor entre hermanos deben ser cimentados y hechos eternos por el amor de Jesús” (Elena de White, Consejos para la iglesia, p. 436). PA