Sábado 28 de enero. Matutina damas – ¿Realmente lo que hacemos habla más claro que lo decimos?

Sábado 28 de enero. Matutina damas – ¿Realmente lo que hacemos habla más claro que lo decimos?

“De la misma manera que puedes identificar un árbol por su fruto, puedes identificar a la gente por sus acciones” (Mat. 7:20, NTV).

Tuve un problema en una cuerda vocal en la primavera de 2013, debido a un riguroso calendario de programas de radio y a una gira de conciertos por Australia. Muchos viajes, un uso excesivo de la voz, un reflujo gástrico y quién sabe qué más, causaron hemorragia de una cuerda. Aunque hacía semanas que mi voz se había sentido “fatigada”, no le había prestado la atención que merecía, ya que nunca había tenido problemas de cuerdas vocales en el pasado. Devastada, observé la radiografía de mi garganta en la consulta del médico otorrino, temiendo no poder volver a cantar de nuevo.

Me sometieron aun estricto reposo vocal: no podía reírme, toser, estornudar ni aclarar la garganta durante dos semanas, que luego se convirtieron en cuatro. Me invadió el temor por las posibles cancelaciones y aplazamientos de conciertos. Lo peor de todo era que había un evento que no podía posponer: la boda de mi hermano.

Hice un hermoso collar para colgarme al cuello, con una nota que exponía mi situación. ¿Cómo será asistirá una ocasión tan feliz, rodeada de familiares, sin poder decir ni una palabra?, me preguntaba. Hacía años que no veía a muchos de mis familiares, y ahora no iba a poder hablar con ellos.

Los días previos a la boda, me quedé con mis sobrinos, que, sorprendentemente, no se vieron afectados por mi incapacidad para hablar; por el contrario, parecían incluso más atraídos hacia mí. A diferencia de los adultos, que se sintieron incómodos (porque encontré una aplicación en el teléfono que hablaba cuando yo escribía), los niños parecían querer estar conmigo todo el tiempo. Descubrí que dos de los niños, de casi cuatro años de edad, “escucharon” con atención mi guía y conducción, a pesar de que solo podía hacer gestos con las manos y expresiones faciales. ¡Increíble! No necesitaba las palabras. ¡Alabado sea el Señor! Hasta el día de hoy, continúo siendo su tía favorita. No solo se ganaron mi corazón, sino además causé una gran impresión en ellos.

Creo que a veces ponemos demasiado énfasis en las palabras, cuando la comunicación comprende mucho más: lenguaje corporal, energía, expresiones faciales y, sobre todo, acciones. Esa experiencia con mis cuerdas vocales me hizo ver el mundo de manera diferente. Yo te hago ahora esta pregunta: Si no pudieras decir, nadie verbalmente que eres cristiana, ¿lo sabrían igualmente? ¿Por qué? Porque “en esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (Juan 13:35).

 

Radio Adventista

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