Sábado 17 de diciembre. Matutina damas – ¿Qué puedes decir de ti misma?
«Tú y yo somos iguales ante Dios; yo también fui formado de barro» (Job 33: 6).
“El amor no es otra cosa que el deseo de ayudar al otro a que sea quien es”. Jorge Bucay
SI ESTUVIERAS ante un grupo de desconocidos y te pidieran que dijeras algo de ti misma para poder conocerte un poco, ¿qué dirías? ¿Hablarías de tu título universitario? ¿De tus éxitos profesionales? ¿Mencionarías que eres esposa, madre o abuela? ¿O que tienes poco que contar de ti? ¿Qué es lo que te define, lo que crees que los demás deben conocer para captar bien el ser humano que eres? En alguna ocasión te habrá tocado, o te tocará, vivir esta experiencia, así que no viene mal que lo tengas claro. Que no te pase lo que le pasó a Ruth Lee.
Durante un congreso cristiano, un grupo de mujeres se reunió, después de la cena, para conocerse y orar. Ruth sugirió: «Dígamos nuestros nombres y algo de nosotras mismas». Y comenzó la ronda de presentaciones. Cuando la tercera mujer estaba hablando, Ruth se arrepintió de su propuesta. La primera había dicho que era directora de un hogar de ancianos; la segunda, profesora universitaria; у la tercera acababa de terminar su doctorado. «¿Y qué soy yo? —pensó Ruth—. ¿Qué puedo decir de mí? Nada importante». La cuarta participante, así como la quinta, eran autoras de varios libros; la presión fue creciendo sobre Ruth.
«Hola, me llamo Ruth y me siento poca cosa. Creo que me voy a ir a mi habitación», dijo. Y todas se echaron a reír. Con esa calidez del ambiente, ella sintió que podía abrir su alma y darse a conocer: «En los últimos treinta años he formado un terapeuta, un mecánico y una ama de casa, y participo en la formación de mis siete nietos». Ruth habló de plenitud, de felicidad, de una vida de servicio y oración.* Cuando una es aceptada tal cual es, puede darse a conocer sin sentirse menos por ello. Las diferencias entre unas mujeres cristianas y otras no son tan importantes como aquello que nos une: la espiritualidad, la fe, el servicio, el sentido de realización en comunidad. Para Dios, nadie es mejor que nadie. Para nosotras, sería penoso que sí lo fuera.
Nuestro Dios es el Dios de las personas de carne y hueso, como tú y como yo. En él se define a la perfección quiénes somos.