Viernes 23 de diciembre. Matutina damas – ¿Prestarías a tu hijo?
«De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Juan 3:16, RV95).
“El Hijo del hombre ha venido para salvar lo que se había perdido”. Jesús
«¿EXISTE ALGÚN LUGAR en el que podamos pedir prestado a un niñito de tres o cuatro años para las fiestas de Navidad?», rezaba el anuncio del periódico local. Inmediatamente algo se conmovió dentro de una lectora, la señora Mueller, que precisamente tenía un niño de aquella edad. Entonces continuó leyendo: «Nosotros tuvimos un niñito, pero no pudo quedarse, y lo extrañamos mucho por estas fechas». La señora Mueller había perdido tiempo atrás a su esposo, y aquellas palabras conectaron profundamente con su dolor y soledad, haciéndole ver que no era la única persona que sufría una pérdida tan terrible y tenía que hacerse fuerte durante las celebraciones navideñas. Respondió al anuncio.
Aquella Navidad ella y su hijo compartieron su tiempo con el remitente del anuncio, un viudo que vivía con su madre tras haber perdido a su esposa y a su hijo. Juntos encontraron una felicidad como nunca creyeron que pudieran volver a experimentar, por el simple hecho de que una madre compasiva estuvo dispuesta a compartir a su hijo para aliviar el dolor ajeno. Por esas vueltas que da la vida, la madre compasiva y el viudo solitario se convirtieron más adelante en marido y mujer.
El anuncio de la humanidad entera que leyó Dios tras la entrada del pecado en el mundo rezaba más o menos igual: «Nosotros tuvimos en un tiempo una relación maravillosa con nuestro Creador. Lamentablemente no pudo continuar, pues con nuestras decisiones lo apartamos de nuestro lado. Y lo extrañamos muchísimo». Cristo mismo se ofreció, lleno de compasión por una raza sufriente: «Yo iré a estar con ellos, a enseñarles cómo vivir para recuperar la esperanza. Nos sacrificaremos por su bien, para que algún día puedan disfrutar de nuevo de una relación cara a cara contigo». Y ese sacrificio cambió la historia de la humanidad.
Cada año, por estas fechas, recordamos de manera especial qué es amar de verdad: entregarse a una misma por el bien de alguien que sufre o está alejado de Dios. Cada año recibimos ese llamado a la entrega total; al amor verdadero, no egoísta; a la fe y la esperanza. Y principalmente, a compartirlo todo con quien sufre profundamente.