Miércoles 28 de diciembre. Matutina damas – “No yo, sino él”

Miércoles 28 de diciembre. Matutina damas – “No yo, sino él”  

«No alejen de ustedes al Espíritu Santo» (1 Tes. 5: 19, TLA).

“No eres un ser humano en busca de una experiencia espiritual. Eres un ser espiritual inmerso en una experiencia humana”. Teilhard de Chardin

¿QUÉ TE PARECE si comenzamos nuestra reflexión de hoy cantando juntas uno de los himnos más bonitos del himnario adventista, y cuya letra me resulta de las más significativas?

«No yo, sino él, reciba amor y honra; no yo, sino él, en mí ha de reinar; no yo, sino él, en todo cuanto haga; no yo, sino él, en todo mi pensar. No yo, sino él, a confortar mis penas; no yo, sino él, mis llantos a enjugar; no yo, sino él, a aligerar mis cargas; no yo, sino él, mi duda a disipar, Jesús, no más diré palabra Ociosa; Jesús, no más quisiera yo pecar; Jesús, no más me venza el orgullo; Jesús, no más inspire el yo mi hablar. No yo, sino él, lo que me falta suple; no yo, sino él, da fuerza y sanidad; Jesús a ti, mi espíritu, alma y cuerpo, lo rindo hoy por la eternidad».

No yo, sino él. Él, que nos invita a entregarnos a Dios a base de mostrarnos las contradicciones entre nuestras inclinaciones naturales y el bien. Él, que hace de nosotras personas justas y equilibradas. Él, que nos permite nacer de nuevo cada día, superando las limitaciones de nuestra naturaleza carnal, y dándonos la victoria en la batalla entre nuestros razonamientos y nuestras emociones. Él, que nos da la verdadera espiritualidad.

¿Y quién es él? El Espíritu Santo, que Jesús nos envió antes de irse. ¿Qué tal si damos gracias a Dios por la intervención directa del Espíritu Santo sobre nuestra conciencia? ¿Qué tal si tenemos presente en el día de hoy que no se trata de mí, del yo, sino de él obrando en mí?

No importa si cantamos este himno desentonadas musicalmente. Lo que importa es que vivamos en sintonía con este concepto, que nos ayuda a vencer el yo, a dejar de lado el mí mí mí, y a centrarnos en quien, desde fuera de nosotras, produce cambios en nuestro interior. No yo, sino él, el Espíritu de Cristo, ha de ser quien dirija mi vida.

No yo, sino él, ha de ser quien me ayude a pensar. No a mí, sino a él, han de ver los demás cuando traten conmigo. No yo, sino él, ¿qué más se puede añadir?

Radio Adventista

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