Jueves 22 de diciembre. Matutina damas – Custodias de una fe milenaria
«Pido que Dios les ilumine la mente, para que sepan cuál es la esperanza a la que han sido llamados, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da al pueblo santo» (Efe. 1: 18).
“El estilo Se ha convertido en una especie de armadura para transitar por la vida”. Os Guinness
EL ESCRITOR Os Guinness cuenta una experiencia que tuvo en 1989 con un superviviente de un campo de prisioneros soviético. Judío practicante, comenzó a creer en Jesucristo gracias al valiente testimonio de otros prisioneros cristianos. Una de las cosas que le ayudaban a superar la dureza del campo era el recuerdo de su hijo, que tenía cuatro años cuando él perdió la libertad, y diecinueve cuando fue liberado. Estaba entusiasmado ante el primer encuentro con su hijo después de tantos años, pues deseaba hablarle de su nueva fe. Para su sorpresa, vio que su hijo llevaba una cruz colgada al cuello. «¡Mi hijo ha encontrado su propio camino a Cristo!», pensó, pero, en sus propias palabras: «Me sentí cruelmente decepcionado. Le pregunté por qué llevaba la cruz, qué significaba para él. “Padre —me dijo— para mi generación la cruz no es más que un objeto de moda”».
Y así es para mucha gente. Ese instrumento de tortura, símbolo por antonomasia de vergüenza y castigo, se ha convertido en un objeto cotidiano señal de estilo. Buen o mal estilo, júzgalo tú misma. Lo cierto es que esta cultura posmoderna ha llegado a devorar el verdadero significado del acontecimiento más importante de la historia en aras de la imagen.
Hoy en día, tener estilo se ha convertido en un fin en sí mismo. No es ya la expresión del carácter interno de una persona, sino su adaptación a lo que se lleva. «Tener estilo» es asunto primordial para muchos, incluidas mujeres cristianas que a veces tenemos el dilema de ir o no a la iglesia porque no encontramos nada «interesante» que ponernos o porque no estamos a gusto con nuestra imagen. La identidad se ha convertido en una cuestión de presentación, no de esencia, y ese es el peligro, perder el interés serio en la verdad y la profundidad de miras a la que Dios nos ha llamado.
Nosotras somos custodias de una fe milenaria que precisamente celebramos en esta temporada navideña. No permitamos que nada devore el significado de esa herencia ni desvirtúe lo que simboliza la cruz para el cristiano.