Sabado 14 de enero. Matutina damas – Confiando en Dios en momentos de dificultad
“Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento” (Sal. 23:4).
Hace varios años, cuando mi esposo perdió su trabajo, caímos en una situación financiera desesperada. Para ser sincera, sentí como si la vida nos hubiera arrastrado en una espiral hacia abajo, y no encontráramos la forma de escapar del oscuro valle de la desesperación. Todo a nuestro alrededor parecía lóbrego y sombrío. Me sentía sola, sin amigos, sin esperanza, y angustiada porque me parecía que nadie entendía nuestra situación. Nuestra hija estaba en la universidad y nuestro hijo en secundaria, y ambos tenían necesidades. ¿Cómo podríamos mantener a nuestros hijos en escuelas de iglesia, bajo tales limitaciones financieras?
A menudo leemos pasajes muy conocidos de la Biblia como el Salmo 23, pero no nos detenemos en ellos el tiempo suficiente como para comprender bien cada versículo. Hay momentos en nuestras vidas en que enfrentamos obstáculos que nos parecen insuperables, y clamamos a Dios por ayuda. Es durante estos momentos que pasajes como el del versículo de hoy se convierten en nuestra mayor ayuda. Creo que todo el que invoque el nombre del Señor será rescatado, independientemente del llanto y la súplica. Jesús es siempre la respuesta, pero ¿cuántas veces somos incapaces de recurrir a él cuando estamos en el oscuro valle de la desesperación? Durante los momentos difíciles que tuvimos que atravesar como familia, la apacible voz de Dios me impresionó a ayunar y a orar. Me sentí renovada y fortalecida, y con la certeza de que él no nos dejaría ni nos abandonaría en aquel momento.
Entonces, nuestra cuenta de electricidad se venció y no teníamos dinero para pagarla. No se lo dije a nadie, únicamente a Aquel que es dueño de todo. Oré: “¡Oh, Dios, por favor, ten piedad de nosotros! Envíanos alguna ayuda para que las empresas de servicios públicos no nos desconecten la luz”. Luego acudí a la Biblia, y Dios me recordó que “antes que clamen, yo responderé; mientras aún estén hablando, yo habré oído” (Isa. 65:24).
En algún momento, durante ese tiempo de incertidumbre, fui un día al buzón de correo, como de costumbre. Abrí una carta inesperada de mi padre, que vivía a mil kilómetros de distancia, en la que me decía: “Sentí que debía ir al banco y sacar algo de dinero para enviártelo. Aquí lo tienes”.
¡Quinientos dólares! No le había pedido dinero, y ni siquiera me había quejado por nada. Sin embargo, Dios vio mi necesidad mucho antes de que yo hubiera clamado, y nos proporcionó lo que necesitábamos. Los quinientos dólares pagaron nuestras facturas y compramos provisiones para nuestra familia. ¡Cuánto lo alabo!
Confía en el Señor cuando estés en el oscuro valle de la desesperación. Él tiene todas las soluciones.