Lunes 26 de diciembre. Matutina adultos – “Serpientes en la cuna”

Lunes 26 de diciembre. Matutina adultos – “Serpientes en la cuna”  

«Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna». 1 Timoteo 3: 14, 15

DURANTE CUARENTA LARGOS AÑOS, tórridos y llenos de hastío, los elegidos vienen acampando en círculos mientras avanzan por el desierto baldío. Y ahora, con la tierra prometida casi a la vista, llega la noticia de que Dios y Moisés van a dar un rodeo en torno a Edom. «Pero se desanimó el pueblo por el camino y comenzó a hablar contra Dios y contra Moisés: “¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto?”» (Núm. 21: 4, 5). En palabras de Yogi Berra, era otra vez la sensación de haberlo vivido antes. ¿Llegarán a aprender los elegidos a confiar radicalmente en su Jefe divino?

A ver, no es que las serpientes me den miedo: sencillamente, no quiero tenerlas cerca. Lo que sigue es la sustancia de las pesadillas infestadas de serpientes. De repente, el campamento de Israel se vio plagado de «serpientes venenosas» (Núm. 21: 6), también descritas como «ardientes» por el dolor y la muerte que infligían a sus víctimas los colmillos de las víboras. Soy incapaz de imaginar el horror de un áspid mortal serpenteando hasta mi cama y deslizándose entre las sábanas pegada a mi pierna del todo desprotegida. ¡Crecí con demasiadas historias misioneras de cobras enrolladas y erguidas al pie de la cama!

¿Echaremos la culpa a Dios por esta plaga de serpientes venenosas? No. Deuteronomio 8: 15 pone de manifiesto que el desierto ya estaba infestado de áspides. Durante cuarenta años Dios protegió a sus hijos de su veneno. Pero ahora, solo unos días antes de llegar a la tierra prometida, Dios respeta el libre albedrío del pueblo de rechazar su dirección. Y cuando retira discretamente su presencia protectora, los venenosos reptiles, hasta entonces mantenidos a raya, entran serpenteando en el campamento y los israelitas empiezan a caer como moscas. «En casi todas las tiendas había muertos o moribundos. Nadie estaba seguro. A menudo rasgaban el silencio de la noche gritos penetrantes que anunciaban nuevas víctimas» (Patriarcas y profetas, cap. 38, p. 405). Y suplicaron al mismo dirigente al que habían maldecido unas horas antes que rogase a Dios en su nombre. Así que Moisés volvió su rostro hacia Dios, intercediendo por los elegidos. ¿La respuesta divina? «Hazte una serpiente de bronce y ponía sobre un asta, y cuantos mordidos la miren, sanarán» (Núm. 21: 8, NC).

Fe en estado puro. O miras y vives, o te niegas a mirar y mueres. Para los elegidos la elección siempre ha sido así de descarnada. ¿Serpiente mágica? No, solo la imagen de un Dios que llegaría a ser la maldición misma que los pecados de los elegidos han causado, para que aún pudieran entrar en la tierra prometida.

 

Radio Adventista

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