Lunes 26 de septiembre. Matutina adultos – Progresión geométrica
«El pequeño llegará a ser un millar; del menor saldrá un pueblo poderoso. Yo Jehová, a su tiempo haré que esto se cumpla pronto. Isa. 60: 22
Solía preocuparme por el futuro. ¿Cómo rayos va a alcanzar Dios al mundo entero? ¿Comprendes con cuánta rapidez crece la raza humana? Cada segundo nacen cuatro bebés y mueren dos personas en algún lugar de la tierra. Con un crecimiento neto de dos por segundo, eso quiere decir que cada seis días nuestra población aumenta en un millón de personas. No podemos tan siquiera alcanzar a la gente que está aquí ahora mismo, ¡y mucho menos a los que siguen naciendo entretanto! Pero luego me topé con dos expresiones inusuales que me han infundido nuevo aliento de una esperanza nueva para el futuro. Y ambas expresiones son insinuadas en nuestro texto de hoy.
Primera expresión. Progresión geométrica. Es una realidad matemática que funciona así. Digamos que eres un adventista del séptimo día ferviente y apasionado (estoy seguro de que así es) y que estás comprometido con alcanzar al menos una persona por año (espero que lo estés). Cada año invertirás suficiente energía para llevar a otro ser humano a que se convierta en un adventista que comparta tu mismo fervor y tu misma pasión. ¿Cuánto tiempo te llevará alcanzar al mundo entero? En un año serían dos (tú más la persona que ganaste). Al segundo año ambos salen y cada uno de ustedes gana otro, lo que hace cuatro. Al tercer año se convertirían en ocho. Al cuarto año se convertirían en dieciséis. En el décimo año serían 1,024 adventistas apasionados. En veinte años se habrían convertido en un millón. En treinta años serían mil millones de adventistas fervientes y apasionados igualitos a ti. Y en treinta y cinco años ¡se habrían convertido en cinco veces la población del mundo! Así que en menos del transcurso de una vida podrías alcanzar a todo el planeta cinco veces.
Naturalmente, para que nuestro ejemplo de progresión geométrica funcione, sería necesario que tú y las personas a las que alcances abrazaran dos compromisos: (1) un compromiso ferviente y apasionado con su Señor; y (2) un compromiso ferviente y apasionado de reproducirse una vez cada año. Y ahí precisamente está el quid de lo dicho por Isaías: «El pequeño llegará a ser un millar; del menor saldrá un pueblo poderoso». Lo que otrora rechacé por ser casi imposible, ahora parece realizable, al menos matemáticamente. Todo el planeta puede ser alcanzado en menos del transcurso de una vida.
Eso quiere decir que Dios no ha dado a los elegidos una «misión imposible». Tu ferviente compromiso con Cristo y su misión, unida a la realidad que subyace a la segunda expresión inusual (la lectura de mañana), puede hacer que los números funcionen de verdad.