“Mi corazón está decaído como la hierba marchita; ¡ni aun deseos tengo de comer!” (Salmos 102:4). Es difícil, para quien no lo ha experimentado, entender el estado de ánimo del salmista, cuando expresó: “Mi corazón [...]
“Mi corazón está decaído como la hierba marchita; ¡ni aun deseos tengo de comer!” (Salmos 102:4). Es difícil, para quien no lo ha experimentado, entender el estado de ánimo del salmista, cuando expresó: “Mi corazón [...]