Domingo 30 de octubre. Matinal para damas – “El atlas que llevamos dentro”

Domingo 30 de octubre. Matinal para damas – “El atlas que llevamos dentro”  

«Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso» (Mat. 11:28, NVI).

“Tengo otro deber igualmente sagrado que la responsabilidad: mi deber conmigo mismo”. Henrik Johan Ibsen

«ATLAS» es el nombre que recibe el hueso superior de la columna vertebral, es decir, la primera vértebra cervical (Cl). Esta vértebra, que sostiene la cabeza, recibe su nombre de la mitología griega. Atlas era un joven que, por haber perdido una batalla, fue condenado por Zeus a cargar sobre sus hombres los pilares de nuestro planeta.

En psicología se ha denominado «complejo de Atlas» a la tendencia a considerarnos imprescindibles, a pensar que sin nuestra intervención todo se desplomaría a nuestro alrededor, a actuar como si los equilibrios de todo lo que nos rodea (el hogar, el trabajo, la iglesia, las relaciones) dependiera única y exclusivamente de nosotros y que, en el momento que dejemos de actuar, el estado de cosas que tan bien sabemos mantener se desmoronará por completo. Sospecho que muchas encarnamos a la perfección a este dios mitológico, y que tenemos nuestro atlas, es decir, nuestra primera vértebra, sumamente rígida, como rígidas son por ello nuestras ideas y nuestro estilo de relacionarnos. Esa rigidez, ese exceso de responsabilidad que nos autoinfligimos, está lejos de ser buena, equilibrada y necesaria.

Todo, incluidas nosotras mismas y los nuestros, pertenece a Dios. Y, por expreso deseo suyo, a Cristo el Padre le ha entregado todas las cosas (ver Mat. 11:27). Ellos dos son los principales interesados en tu bienestar y el de los tuyos. Aunque Jesús se identifica con el deseo que tenemos todas las mujeres de servir, de ser útiles, de ejercer control para el bien común, no aprueba que nos distraigamos de lo primordial, que por otra parte es lo único que puede traer paz al alma. Jesús dice que la buena parte, la cual nunca nos será quitada (ver Luc. 10:42), es la de confiar nuestras responsabilidades en sus manos y tomarnos un tiempo diario para acercarnos a él en oración y desarrollar una relación de dependencia.

A nosotras nos puede parecer que lo que no nos será nunca quitado es lo que ya hemos hecho, lo que hemos logrado proveer y aquello de lo que hemos estado pendientes siempre y en todas partes, pero no es así. Cuidado con creer que llevamos el peso del mundo sobre nuestros hombros y que, gracias a nosotras, nada se desploma. ¿Acaso somos pequeñas diosecillas?

 

Radio Adventista

View all contributions by