Domingo 11 de diciembre. Matinal jóvenes – “No renuncies”
“Deben permanecer firmemente basados en la fe, sin apartarse de la esperanza que tienen por el mensaje del evangelio que oyeron” (Colosenses 1:23).
María había trabajado incansablemente para lograr un objetivo muy concreto: ahorrar dinero para comenzar sus estudios universitarios. Cuando tenía suficiente dinero se matriculó en la universidad. Llena de emoción comenzó a tomar las primeras clases. En principio todo era color de rosa. Le emocionaba cada cosa nueva que aprendía. No obstante, en la medida en que las lecturas, los exámenes y los trabajos de investigación aumentaban, también fue disminuyendo el interés de María por sus estudios. Comenzaron a llegar los desvelos, las tensiones entre el trabajo y la universidad… Todo esto suscitó un gran desánimo en María. Luchó consigo misma y trató una vez más de sentir pasión por sus estudios; pero a la hora de hacer la tarea, su mente divagaba en otros temas. Cansada de sus fracasos académicos y de su falta de concentración en la vida estudiantil, María regresó a su pueblo y abandonó la universidad.
¿Fue correcta la decisión de María? La pobre chica no pudo comprender que es normal que en nuestro proceso por obtener un título universitario vivamos momentos de alegría y de tristeza, de triunfos y derrotas, de sueños y frustraciones. Un día te irá bien en un examen, y otro día te irá mal. Pero ¿de verdad tenemos que dejar la universidad por esas tensiones? Más bien lo que tenemos es que perseverar y seguir estudiando hasta que llegue el gran día de la graduación.
El crecimiento en la vida espiritual es como una carrera universitaria. Tendrás altos y bajos. En algún momento sentirás que no vale la pena leer la Biblia; que cuando decides orar, tu mente dista mucho de las palabras que salen de tu boca. Pero no por ello hemos de desistir en nuestros esfuerzos de ser mejores creyentes. No debemos renunciar a que Dios siga construyendo la mejor versión de cada uno de nosotros. La solución a nuestros fracasos espirituales no es alejarnos de Dios, sino acercarnos más decididamente a él.
Sería grandioso que al final de los tiempos, se diga de ti y de mí lo que Juan registró con respecto a la Iglesia de Éfeso: «Has sufrido, has sido perseverante, has trabajado arduamente por amor de mi nombre y no has desmayado» (Apocalipsis 2:3, RV95).
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