Domingo 11 de septiembre 2016. Matinal Jóvenes – La oración de Jabes
«Si alguien aspira al cargo de presidir la comunidad, a un buen trabajo aspira». (1 Timoteo 3: 1)
Azar, Jaacán, Sobab, Uri, Maaca, Itream, Arnán, Acub, Cos… ¿Habías escuchado alguno de estos nombres? Estos son nueve de los más de seiscientos personajes que se mencionan en las genealogías de 1 Crónicas 1—9. El cronista no da detalles, solo se limita a decir: «Fulano engendró a Zutano; Zutano engendró a Mengano…». Sin embargo, de repente el narrador rompe la monotonía y declara: Jabes fue más famoso que sus hermanos, y su madre le puso por nombre Jabes, porque dijo: «En verdad lo he dado a luz con dolor». Jabes oró al Dios de Israel, diciendo: «Te ruego que me des tu bendición y un territorio muy grande, que me ayudes y me libres de males, para que yo no sufra». Y Dios le concedió lo que le había pedido (1 Crónicas 4: 9, 10).
Mientras que de otros no sabemos nada, de Jabes se nos dice que «fue más famoso que sus hermanos». ¿Por qué Jabes superó a los demás? ¿Por qué fue más ilustre, más importante, más honorable que sus compañeros? Probablemente la razón haya sido esta: era una persona que tenía aspiraciones. El texto dice cuáles eran sus metas: «Ser bendecido por Dios, tener mucha tierra y no sufrir». Te pregunto, ¿hay algo de malo en esto? ¿No te gustaría recibir esas tres cosas? Lamentablemente, a veces creemos que la «mediocracia», el clima de la mediocridad, como la definió José Ingenieros, constituye el ámbito natural de los hijos de Dios. Quizá se deba a que solemos confundir humildad con mediocridad. Jabes supo diferenciarlas, y por eso no tuvo vergüenza de expresarle abiertamente a Dios cuáles eran los objetivos de su vida.
Lo cierto es que la verdadera humildad, en lugar de abogar por un «Yo voy para el cielo, tener metas terrenales no me sirve de nada», nos impulsa a decir: «Con la ayuda de Dios lo puedo hacer. Con la bendición de Dios lo haré. No lo podría hacer por mí mismo pero con la ayuda de Dios lo haré» (Rick Warren, Respuesta a las dificultades de la vida, p. 44).
Jóvenes, seamos humildes, no mediocres. La experiencia de Jabes demuestra que no hay nada de malo en tener aspiraciones, especialmente si crees que Dios puede concedértelas.
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