Miércoles 7 de diciembre. Matinal jóvenes – La diferencia entre Dios y el César
No hay otro tú, porque tú perdonas la maldad y olvidas, las rebeliones (Miqueas 7: 18).
Al pobre Publio Ovidio no pudo pasarle nada peor: tener problemas con el César, Por haber escrito algunas cosas que no cayeron bien en los oídos del emperador Octavio Augusto, Ovidio fue exiliado a la ciudad de Tomis, en la remota Rumanía. Desde allí escribió a varios amigos para que intercedieran por él ante el emperador, Finalmente, escribió su obra Las tristezas, que no es más que un canto a la nostalgia, al dolor, al fracaso que le proporcionó el exilio. En Las tristezas Ovidio le pide perdón a Octavio. Lee atentamente las palabras que le escribió al emperador:
Te suplico, ¡oh clementísimo César!, que leyendo mis versos depongas tu rencor. Confieso que es legítimo; no niego que lo merecí; el pudor no huyó hasta ese punto de mis labios; pero sin mi falta, ¿qué merced podrías otorgarme? Mi culpa te ha dado motivo para el perdón.
¿Sabes qué hizo el César? No lo perdonó y Ovidio pasó el resto de su vida en el destierro.
Cuán distinto es Dios. Le hemos ofendido una y otra vez. Hemos pecado vez tras vez. Le fallamos continuamente. Sin embargo, a diferencia de Augusto, Dios siempre estará presto para perdonarnos todas las veces que acudamos a él y reconozcamos nuestros delitos y pecados. Moisés declaró que Dios «por mil generaciones se mantiene fiel en su amor y perdona la maldad, la rebeldía y el pecado» (Éxodo 34. 7). El salmista dijo: «Pero te confesé sin reservas mi pecado y mi maldad; decidí confesarte mis pecados, y tú, Señor, los perdonaste» (Salmo 32:5). El profeta Miqueas no se quedó atrás y exclamó: «No hay otro Dios como tú, porque tú perdonas la maldad y olvidas las rebeliones» (Miqueas 7:18). Dice Ellen G. White que «cuando veas la enormidad del pecado, cuando te veas como eres en realidad, no te entregues a la desesperación, pues es a los pecadores a quienes Cristo vino a salvar» (El camino a Cristo).
Parafraseando a Ovidio podría decirte: «Tu pecado le ha dado a Dios la oportunidad que él necesitaba para poder perdonarte», «Hijitos, les escribo a ustedes porque Dios, gracias a Jesucristo, les ha perdonado sus pecados» (1 Juan 2: 12).
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