Miércoles 25 de enero. Matinal jóvenes – Fracasar mil veces» y mil veces volver a intentarlo
“Y dijo Faraón a José: Yo soy Faraón; y sin ti ninguno alzará su mano ni su pie en toda la tierra de Egipto” (Génesis 41:44).
Ese 25 de enero de 1989, Michael “Air” Jordán alcanzaba la marca de diez mil anotaciones en su quinta temporada. Jordán fue uno de los mejores jugadores de la NBA, y el mejor anotador de la historia. Considerado como el mejor jugador de básquetbol de todos los tiempos, se destacó por su rapidez, elegancia e inteligencia.
Aunque poseía grandes dotes naturales para los deportes, “Air” Jordán era fanático del trabajo duro. Afirmó: “Siempre he creído que si trabajas, los resultados vendrán solos. No hago las cosas a medias porque sé que, si lo hago, entonces solo puedo esperar resultados a medias”. Estaba convencido de que para alcanzar un sueño, debes intentarlo: “Algunas personas quieren que algo ocurra, otras sueñan con que algo pasará; otras, hacen que suceda”.
No era triunfalista y reconoció que, para alcanzar el éxito, el camino está plagado de fracasos e intentos fallidos. “He fallado más de nueve mil tiros en mi carrera. He perdido casi trescientos partidos. Veintiséis veces han confiado en mí para tomar el tiro que ganaba el partido, y lo he fallado. He fracasado una y otra vez en mi vida, y es por eso que tengo éxito”.
En la Biblia, tenemos el ejemplo de grandes hombres de fe que, a pesar de “fracasar” una y otra vez, prosiguieron sin claudicar en sus convicciones. Por ejemplo, José. Por mantenerse firme en sus convicciones pasó, repentinamente, de ser el niño minado de la casa a convertirse en esclavo en tierra extraña. Y cuando todo parecía favorable en casa de su amo Potifar, todo se derrumbó cuando la mujer de este, despechada, no pudo hacerlo transgredir sus principios morales.
En un oscuro calabozo de Egipto, lejos de su tierra y sin conocidos, podría haber abandonado sus principios; después de todo, gracias a sus convicciones estaba donde estaba. Sin embargo, decidió intentarlo nuevamente. El director de la prisión notó su conducta intachable y le confió responsabilidades que ningún otro preso podría llevar. Después de fracasar, perder, sufrir, y trabajar y trabajar, llegó el éxito: pasó a ser el segundo del imperio más poderoso de la Tierra. Pero no se la creyó. Reconoció que era Dios quien lo había puesto allí; y hasta el fin de sus días decidió depositar su confianza en el Todopoderoso.
Probablemente, estés cansado de intentarlo una y otra vez. Quizá te hayas levantado con ganas de tirar todo por la borda. Pero, no olvides a José. Decide seguir confiando en Dios y seguir intentándolo. Dios, a su tiempo y a su manera, responderá.