Miércoles 9 de noviembre. Matinal jóvenes – ” El problema de Pilato”

Miércoles 9 de noviembre. Matinal jóvenes ” El problema de Pilato”

«Manténganse alerta; permanezcan firmes en la fe; sean valientes y fuertes» (1 corintios 16: 3, NM).

En 1962 un grupo de arqueólogos italianos participaban en una importante expedición arqueológica en Cesárea, una cuidad construida por Herodes el Grande en honor a Augusto César. Allí descubrieron una inscripción en la que aparece el nombre de Poncio Pilato. Aparte de ser un texto que confirma la existencia histórica de ese personaje, la inscripción parece describir la dedicación que hace Pilato de un edificio en honor al emperador Tiberio. Todo esto armoniza perfectamente con la declaración de Lucas 3:1, que dice que Pilato fue gobernador durante el mandato de Tiberio César.

El amigo Pilato no tenía muy buena fama. Según Herodes Antipas, Pilato era un hombre «violento, rapaz, extorsionador y tirano». Tácito, el bien conocido historiador romano, que registró en sus Anales que Cristo fue crucificado por orden de Poncio Pilato, tildó a Pilato de «arbitrario y despiadado»; una opinión similar expresaron los escritores judíos Flavio Josefo y Filón de Alejandría.

Además de todo lo dicho, Pilato tenía un grave defecto: un carácter débil. Pilato sabía que el proceso en contra de Cristo estaba impulsado por la envidia (Marcos 15: 10); sabía que el Señor no había cometido ningún delito (Lucas 23:14); había recibido un mensaje de su esposa que le advirtió que no se metiera con Cristo, porque el Hijo de Dios era un «hombre justo» (Mateo 27. 19); sin embargo, sabiendo todo esto, Pilato condenó a Cristo a la muerte de cruz. ¿Por qué lo hizo? Fíjate en esta declaración bíblica: «Entonces Pilato, como quería quedar bien con la gente, dejó libre a Barrabás; y después de mandar que azotaran a Jesús, lo entregó para que lo crucificaran» (Marcos 15:15).

A Pilato no le importaba el destino de Jesús; solo quería proteger sus intereses personales y «quedar bien con la gente». Seguramente ya has estado ante la disyuntiva de mantener tu fe o tratar de «quedar bien con la gente»; ¿qué has hecho? No dejemos a Cristo de lado para complacer a los demás. Cuando nos toque elegir entre la justicia y la injusticia, entre la verdad y la mentira, entre el bien y el mal, pidámosle al Señor que nos ayude a mantenernos «firmes, sin dudar, en la esperanza de la fe que profesamos» (Hebreos 10:23).

 

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