Viernes 29 de julio 2016. Matinal damas – Yo soy el prójimo de mi prójimo
«¿Quién es mi prójimo?» (Luc. 10:29).
“El único lugar donde puedo encontrar a Dios es donde él ha elegido estar en el prójimo”. Helmut Thielicke
«UN MAESTRO de la ley fue a hablar con Jesús […]: “Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?”. Jesús le contestó: “¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué es lo que lees?”. El maestro de la ley contestó: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y ama a tu prójimo como a ti mismo.” Jesús le dijo: “Has contestado bien. Si haces eso, tendrás la vida”. […] “¿Y quién es mi prójimo?”. Jesús entonces le contestó» contándole la parábola del buen samaritano (Luc. 10: 25-30).
¿Qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?La gran pregunta. Yo me la hago todos los días. Y la respuesta, tan sencilla entonces como ahora, es: tomarte en serio eso de amar a Dios con todo tu ser y al prójimo como a ti mismo. En realidad, no se trata de «hacer», se trata de «amar», y de llevar a la práctica ese amor en las circunstancias rutinarias de la vida, como hizo el samaritano un día cualquiera, en un lugar cualquiera, a alguien cualquiera.
¿Quiénes oirán de la boca del Rey: «Vengan ustedes, los que han sido bendecidos por mi Padre; reciban el reino» (Mat. 25: 34)? Los que dieron de comer al hambriento y de beber al sediento; los que ayudaron al extranjero y cubrieron al que pasaba frío; los que visitaron a quien sufría en el lecho de la enfermedad y consolaron a quien ha- asesora bía perdido su libertad (ver Mat. 25:35-36). Esos son los que han entendido el sentido de la vida, los que han hecho realidad eso de ser cristianos, los que lograrán trascender esta existencia pasajera. ¿Por qué? Porque han habitado cerca de Jesús, pues en cuanto lo hicieron a uno de esos hermanos más pequeños de Jesús, a Jesús mismo se lo hicieron (Mat. 25:40).
«El que tiene al Hijo tiene la vida» (1 Juan 5: 12), y por alguna razón, el Hijo ha decidido dársenos a conocer a través de nuestro amor desinteresado hacia nuestro vecino en necesidad, nuestro compañero en apuros, nuestros jóvenes vacíos o nuestros ancianos solitarios. ¿Pasaremos por alto la infelicidad que nos rodea o seremos el prójimo de nuestro prójimo? Si nos convertimos en prójimo de manera consciente y sistemática, hallaremos la clave de la vida; de esta y de la eterna.