Sábado 21 de enero. Matinal damas – El momento en que todo cambió para mí

Sábado 21 de enero. Matinal damas – El momento en que todo cambió para mí

“Encomienda a Jehová tu camino, confía en él y él hará” (Sal. 37:5).

Estos últimos años me he enfrentado cara a cara con muchas pruebas, tanto financieras como emocionales. Me engañaron en transacciones comerciales, perdí una gran cantidad de dinero con alguien muy cercano a mí, que nunca me pagó y ya ni me habla. Pasé por un divorcio. Por la devastadora muerte de mi madre. Y por una depresión. Y el colmo de todas estas tragedias fue cuando nuestro ebanista murió repentinamente, justo después de haberle pagado una gran suma de dinero para que hiciera una obra enorme. Esto, seguido de las malas decisiones de trabajadores sin experiencia y poco profesionales, fue la gota que colmó el vaso.

Durante todas esas crisis, a menudo me preguntaba: “¿Por qué me ha pasado esto justo cuando todo me iba tan bien? Tenía una carrera fantástica y una vida excelente, sin problemas. De repente aquí voy, de un desastre en otro. ¿Por qué? Si siempre he sido una persona amable y exitosa en los negocios. Además, soy honesta e inteligente. Y aunque estoy entrenada para comprender rápidamente los retos y tomar decisiones, ¿por qué ahora repentinamente me siento tan impotente? No sé cómo resolver los problemas que tengo”.

Esos pensamientos me agobiaban, me hacían perder el sueño y caer en episodios de llanto. Me invadían el dolor, la ira y la desesperanza. No me sentía en paz ni con el mundo ni conmigo misma.

Un día, mientras estaba hablando con Dios sobre todas mis aflicciones, él me mostró que yo había estado tratando de tomar el control de todo en mi vida, en lugar de permitirle a él llevar las riendas. Me indicó que debía dejarle a él tomar esa carga. ¡Él la llevaría por mí! Así que, le he pedido que me ayude a confiar en que él estará al control. Realmente quiero encomendar mi camino al Señor, y confiar en él. Quiero que mi vida lo alabe; sobre todo, cuando me doy cuenta de lo mucho que me ama y del gran propósito que tiene para mí. De no ser así, él no habría podido sustentarme mucho más tiempo.

¡Gracias, Dios, por no haberte rendido conmigo, hasta que comprendí que en realidad era mi falta de fe la que no me había dado la paz interior que solo una entrega total a ti puede lograr!

 

Radio Adventista

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