Jueves 17 de noviembre. Matinal damas – “Ecológicamente concienciadas”
«Tiempo de juzgar […] y de destruir a los que destruyen la tierra» (Apoc. 11: 18, RV95).
“Todo lo que le ocurra a la tierra, les ocurrirá a los hijos de la tierra”. Atribuida al jefe Seattle.
ES EVIDENTE que nuestros hábitos están afectando negativamente al equilibrio ecológico del planeta. Y duele decirlo, pero son especialmente los no creyentes los que se dan cuenta de que este abuso no se puede sostener durante mucho más tiempo e intentan hacer algo para reducir los efectos catastróficos de nuestro moderno estilo de vida. De nuevo, nos llevan la delantera en algo en lo que nosotros, los cristianos, deberíamos ser los abanderados.
Nosotras, las mujeres adventistas, no siempre nos detenemos a reflexionar sobre nuestra conducta a este respecto. No pensamos si tal vez una prenda de piel no sea la mejor que podamos comprar, aunque quizás sí la más bonita. Tal vez no nos hemos concienciado aún de la importancia de reciclar la basura en nuestro hogar, o de reutilizar ciertas cosas… Quizás nos desanimamos pensado que no hay mucho más que podamos hacer a nivel individual, al fin y al cabo esto requiere un esfuerzo más colectivo; pero todas juntas podemos marcar un impacto positivo hacia el cambio en la tendencia contaminadora. Sobre todo podemos, con nuestro ejemplo, enseñar a nuestros hijos para que su paso por este planeta sea menos contaminante.
En Isaías 2:4 se hace una referencia a una costumbre del pueblo de Israel que resulta muy inspiradora: «Convertirán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en hoces» (RV95). La transformación de espadas en rejas de arado y de lanzas en hoces muestra una reutilización responsable de materiales valiosos. En tiempos de paz, los hebreos de aquella época reciclaban las armas de guerra para darles uso en la agricultura. Sin duda, una filosofía a imitar.
Creer que Dios ha creado el mundo y lo que hay en él debe ir acompañado de una conducta coherente que proteja, promueva y conserve la vida. Ser cristiana ha de ser sinónimo de ser ecologista, de vivir un estilo de vida respetuoso con la naturaleza, y alejado de toda contaminación física, mental, social y espiritual. Porque algún día llegará «el tiempo de juzgar a los muertos, de dar el galardón […] a los santos y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra» (Apoc. 11: 18, RV95).