Miercoles 30 de noviembre. Matinal damas – A pesar de las circunstancias…
«Nuestro Dios, a quien adoramos, puede librarnos de las llamas del horno. […] Pero, aun si no lo hiciera, […] no adoraremos a sus dioses» (Dan. 3: 17-18).
“Mi obligación es aprender a estar tranquilo y seguro en Dios, en todas las situaciones en que me encuentre”. Charles E. Cowman
CHARLES SPURGEON contaba la historia de un capitán que, en ocasiones, llevaba a su hijo consigo a navegar. El muchacho siempre iba con su mascota, un mono que lo seguía por todas partes. Cierto día, se desató una tormenta en alta mar, y el mono correteaba por cubierta mientras el joven intentaba atraparlo. En breve, ambos estaban encaramados en la plataforma del mástil mayor, de la que el joven no era capaz de bajar.
Cuando el padre miró hacia arriba se dio cuenta de que si su hijo saltaba a cubierta, moriría; la única opción de salvarlo era que se echara al agua. Entonces gritó: «¡La próxima vez que el barco se incline a la derecha, tírate al mar, nosotros te sacaremos del agua!». Pero cuando el barco se inclinó, él no tuvo valor para saltar. Esta vez su padre, el capitán, tomó una escopeta, la cargó y gritó: «¡¡¡Hijo, la próxima vez que el barco se incline a la derecha, o te tiras al mar, o te disparo!!!». El hijo sabía que su padre haría lo que había dicho, así que se tiró al mar y fue rescatado.
¡Cómo nos paraliza a veces el miedo! Tanto, que nos cuesta obedecer ciertas indicaciones de Dios, o confiar en él completamente creyendo que hará lo que prometió. En situaciones tan difíciles como llevar tiempo sin empleo o pasar apuros económicos, por ejemplo, es fácil caer en la tentación de trabajar en sábado aunque no esté bien, porque nos cuesta seguir esperando a que Dios nos salve de situaciones difíciles.
Ante las muchas formas que toman las tempestades de la vida, podemos optar siempre por una de dos actitudes: la resignación, que no es exactamente fe, sino seguir fiel a Dios pero manteniendo la angustia; o la confianza plena en que él nos permitirá superar la situación. Esta segunda actitud hay que aprenderla.
En nuestras manos está vivir cada día su propio afán confiando plenamente en que el único objetivo divino es nuestra salvación, implique lo que implique y a pesar de los embates del enemigo. Dios no nos ha prometido librarnos del valle de sombra de muerte, sino estar a nuestro lado cuando pasemos por él. No lo olvides nunca.