Miércoles 8 de noviembre. Matinal adultos – “Las historias de los elegidos – 4”

Miércoles 8 de noviembre. Matinal adultos – “Las historias de los elegidos – 4”  

«Al populacho que iba con ellos le vino un apetito voraz. Y también los israelitas volvieron a llorar, y dijeron: “¡Quién nos diera carne! […] Pero ahora, tenemos reseca la garganta; ¡y no vemos nada que no sea este maná!”». Números 11: 4-6, NVI

ESTA HISTORIA VA ACOMPAÑADA de una advertencia en letra pequeña, dado que el tema aborda lo que se puede afirmar que es el nervio más sensible de la comunidad de los elegidos: «Dejemos de juzgarnos unos a otros» (Rom. 14: 13, NVI). Porque nada suscita un espíritu crítico más agresivamente que la dieta. Por eso la gente delgada puede ponerse a criticar a la gente de más peso, y los vegetarianos pueden ponerse a criticar a los carnívoros, y los vegetarianos que no comen postre pueden ponerse a criticar a los vegetarianos que sí lo comen, y los vegetarianos que no comen postre ni pican entre comidas pueden ponerse a criticar a los vegetarianos que sí comen postre y pican entre comidas, y los veganos ¡pueden criticarnos a todos! La orden de Jesús es: «No juzguéis».

Aquella «chusma» (como lo expresa un comentarista) era un continuo aguijón en la carne para los hijos de Israel. Su cuerpo estaba con los elegidos, pero habían dejado el alma en Egipto, como la mujer de Lot en Sodoma. Y hoy gritan pidiendo un cambio en la dieta. «Y el populacho que estaba entre ellos tenía un deseo insaciable» (Núm. 11: 4, LBA). La expresión hebrea traducida «tenía un deseo insaciable» es sinónimo de «un antojo», «apetito incontrolable». ¿Y cuál podría ser una descripción más reveladora de nuestra cultura que «movida por un antojo»? De hecho, ¿puedes nombrar un anuncio o una propaganda que no apele al apetito humano —ya sea el apetito de comida, de posesiones, belleza, aceptación o poder—? El nuestro es un mundo «movido por el apetito» y la nuestra una generación de adictos. Porque, ¿no es la adicción simplemente que al apetito se le conceda la autoridad última, sea en la comida, el alcohol, el chocolate, el sexo, el tabaco, la cocaína o la cafeína? Camino a la tierra prometida, los elegidos caen víctimas de su propio apetito y quedan atrás, en túmulos de arena fuera de Canaán. «Por eso se dio a aquel lugar el nombre de Quibrot Hatavá, porque allí fue sepultado el pueblo glotón» (vers. 34, NVI).

Gracias a Dios por el apetito, porque es su don. Pero no es casualidad que el Creador pusiese la cabeza encima del estómago, elevando la razón sobre el apetito, y tampoco es casualidad que Satanás invierta el orden, elevando el apetito sobre la razón (como con Adán y Eva), el hambre sobre el dominio propio (como con Esaú e Israel). Intentó lo mismo con Daniel y sus amigos y con Jesús. Pero los elegidos saben que «santo» significa un apetito consagrado «por entero» a la dieta y la voluntad del Creador.

 

Radio Adventista

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